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NANCY TINJACÁ #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA


Nancy, ¿cómo terminas involucrada con las autodefensas?

Soy de Arauca y allá permanecen Las FARC y el ELN. Fui víctima de la violencia. Me escapé, y pensé que al hacerlo todo iba a terminar, pero fui declarada objetivo militar. Pensé que así escaparía de la pesadilla, pero no, fue peor. Mi familia también terminó siendo objetivo militar. No encontré más refugió que ser parte de un grupo ilegal paramilitar del llano. Traté de buscar una salida para proteger a mi familia. A veces uno cree que puede ser Robin Hood o Superman… Pasé mil dificultades, problemas, maltratos —verbales, psicológicos—, influyen muchas cosas. Luego pasé a otro bloque en el Casanare, y conocí a quien sería mi pareja más adelante. A mí me decían “La Moña”.

En ese entonces empezó todo el tema de la desmovilización y ambos queríamos ser parte de ella. Yo tenía orden de captura, pero había una salida a todo eso. Ambos accedimos a salir y ser pareja. A mí me daba mucho temor la calle. La selva era mi territorio, entonces la ciudad era más difícil. También tenía miedo de cómo sostener mi familia. Nos habían dado muchas expectativas… En el 2005 nos desmovilizamos y nada fue fácil. Fue peor de lo que imaginábamos. No podíamos ni tener una cuenta de banco. Nadie nos daba trabajo, no habían prestamos. El estigma de ser desmovilizado iba con nosotros todo el tiempo. Éramos dos desmovilizados en la calle. Al principio hubo una ayuda, pero luego no había un panorama claro. Yo tenía dos hijos, una niña que tuve en el monte y otro ya después. Yo siempre quise hacer algo, por ellos, por mí. Yo los quería criar.

Ahí conocí a Víctor Fonseca (recordamos su nombre, pues es fundamental saber quienes dan oportunidades) un señor comerciante que tenía una talabartería “La Remonta” (Yopal). Al principio yo tenía mucho miedo de decirle quién era, pero me daba más miedo que se enterara por alguien más. Un día le conté y él respondió “que no tenía nada qué ver, que él confiaba en mis capacidades”. Empezó por enseñarme a remontar sillas. Sin embargo no era lo que más me gustaba. Luego me enseñó a hacer bolsos. Luego fui perfeccionando viendo videos por Youtube (risitas). Luego acudí a la ACR (Agencia para la Reintegración), y compartí mi proyecto. Ahí conseguí un estímulo de dos millones de pesos. Pude comprar todos los materiales, pero como los hacía a mano me demoraba bastante. Sin embargo siempre tuve encargos.

¿Cómo fue ser una mujer combatiente?

La diferencia entre hombres y mujeres es total. Se cambia el rol “femenino”. Eso pasa a un segundo plano. Si muestras debilidad, te la van a montar. La debilidad se castiga, hasta el llanto. A mi me mataron a mis dos mejores amigas. Para mí fue letal. El duelo era imposible hacerlo ahí. Cuando nos desmovilizamos es que pude confrontar eso. Aún hoy que hablo de ellos se me hace un nudo en la garganta. Cuando ingresé al “Vencedores de Arauca” éramos 3 mujeres y 700 hombres, entonces imagínate la vida en medio de tanto hombre. Te morbosean… De alguna manera no te violan porque hay unas leyes muy fuertes que el que viole lo matan, pero igual no era fácil. Según el comandante cambiaban las leyes. Hay que callarse muchas cosas. El rol adentro no es fácil, endureces tu corazón, tu vida; te vuelves machista. Ese trato tuve que cambiarlo al salir, pues no era lo que quería para mi hogar. Incluso después de la desmovilización. Ya mi esposo no era mi comandante sino mi pareja, y mis hijos no eran mis subalternos… Entonces para cambiar, me ha tomado 12 años. He tenido acompañamiento psicológico, psiquiátrico… Yo no tenía amigas civiles pues pensaba que no tenían qué ofrecerme, eran insípidas —me perdona el término—, pero poco a poco he aprendido que todo el mundo tiene algo qué ofrecer. También aprender a controlarme, pues mi antecedente me pone en un lugar mucho más riesgoso, si hago algo podría quedar como la mala, incluso si no lo soy.

¿Cómo te enfrentas o relacionas con las víctimas?

A veces cuando veo en las noticias víctimas y agresores dándose un abrazo, me cuesta creerlo. Yo sé que ese abrazo dura menos que 1 minuto. Te atacan constantemente, así uno no sea el directo relacionado. Y los entiendo. Sin embargo, he trabajado mucho con la ACR en el proceso con víctimas. También mi proceso y reencuentro con dios ha sido fundamental en esto. Desde pequeña mi mamá me inculcó esto, entonces de alguna manera me permitió que mi proceso transformador sea mucho más sanador y apto para tratar con estas personas. Cuando hay un desayuno, un almuerzo o un encuentro, tengo la capacidad de entenderlos. En Yopal tuve un encuentro con una mujer, Lida. Su proceso fue muy difícil, y ella era la representante de las víctimas. Relacionarnos con ella era difícil, apática, seria. Pero en un encuentro yo llevé una agenda que había hecho que decía “Perdón”. Adentro contaba una historia de una mujer que me cautivó mucho. La habían secuestrado los nazis y en ella cuenta cómo había logrado perdonarlos. Era su declaración del perdón. Y así fue que decidí conquistar a Lida. Yo pasé al micrófono y dije: “ya la desmovilización pasó, el morbo de todo lo que pasó ya lo saben, pero ahora viene una etapa nueva, y eso es parte del cambio”. Yo sabía que a Lida nadie le había pedido perdón, y el problema con las víctimas es eso, que les pidan perdón de verdad. Entonces yo le pedí excusas, ella no lo podía creer, pero le dije: “en nombre de quienes le hicieron daño, yo le pido que me perdone”.

Ahora viene un proceso muy importante con personas desmovilizadas. Uno no sabe por qué situación pasaron esas personas para llegar ahí. Y aunque hay personas que la han pasado peor y no tuvieron que vivir lo que yo decidí vivir, tampoco podemos juzgar del todo. Admiro a quienes no recurrieron a la violencia, hay unos que simplemente actuamos con cabeza caliente en momentos de confusión.

¿A que edad entraste?

17 años.

¿Qué tan importante crees que es el rol de la mujer en la construcción de paz?

Dice la biblia que la mujer edifica. “La mujer sabia edifica su casa” y no es solo la casa sino nuestra sociedad. Ahora capacito mujeres y tengo una empresa que funciona. Es abrir posibilidades, para mi familia y para quienes lo necesitan. Muchas veces hablo con esas mujeres y en medio de ese espacio también hay un espacio para el desahogo. Hay momentos, no para las palabras sino para los gestos. Eso somos las mujeres, amor.

¿Dónde vives actualmente?

Casanare.

¿Cómo crees que se podrían fortalecer las mujeres en comunidades como la tuya?

Cuando uno da consejos, uno debe saber bajo qué contexto los da. Los consejos atribuyen una construcción o una destrucción. Yo le pido a dios siempre dar buenos consejos. Creo que es fundamental enseñar a las demás, no imponer. Si don Víctor no me hubiera enseñado, no habría llegado donde llegué. Al principio mi esposo no creía en lo que yo estaba haciendo, pero le dije “algún día comerás de mi trabajo” y hoy día lo hace. Entonces es enseñar a creer en uno mismo y que otros crean en uno. Construí mi realidad, la forma de pensar de mi esposo. Hoy en día él es quien hace el almuerzo mientras yo hago un bolso. Yo estoy en contra del maltrato; mi papá maltrato a mi mamá, pero hay que darle a la gente la oportunidad de cambiar. Uno genera respeto con el cambio. Hay que ayudar a que tengan herramientas para que se levanten y generen respeto.

¿Por qué vale la pena luchar?

Bueno, uno no se va a llevar ninguna riqueza, ni ropa, ni coche, ni avión. Lo que se lleva es lo que se vivió, lo que hizo y lo que edificó en los demás. Cuando uno hace más por otros, la recompensa es mayor. Es más lo que he regalado, que lo que he vendido, y aun así he tenido mucho trabajo. Es abundancia. Hoy en día, le doy gracias a las personas que me han ayudado a ser lo que soy. El conocimiento es lo que sirve. Don Víctor nunca me cobró, entonces ¿por qué voy a hacerlo yo? Y las oportunidades vienen solas. Todo se devuelve y todo se paga.

¿Qué inspira a Nancy?

Yo le pido a Dios poder ser el reflejo de lo que creo. Yo quiero ser amor. Me gusta que la gente venga a tomarse un café conmigo. Yo no sé si mañana tendré o no, pero tengo mucha gratitud.

¿Le dirías algo a las mujeres que aún hacen parte del conflicto?

Que no sientan miedo de salir. Uno piensa que es lo único que puede y sabe hacer. Hasta a veces salimos revoltosas, pero la misma vida nos hace cambiar. Entonces hay que enfrentar con suavidad las cosas. Todas las que hemos estado en el conflicto somos unas verracas, pero podemos demostrar esa fortaleza de otra forma. Acá no es fácil, pero nada es fácil. Si no lo intentamos, no lo podremos conseguir.

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Gracias a Nancy por el espacio, las ganas y sobre todo: ¡éxitos en su proyecto!

@mygrlstory

Su proyecto:

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