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BOLDWOMAN SERIES_ DAYMÉ AROCENA #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA


La vida es un viaje en un mar que uno siempre está navegando, y aunque uno crea que va hacia una dirección, no hay un punto final… no hay un punto de desembarque. Hay mucho por navegar. Uno tiene que vivir mil años, tantas vidas, para llegar a ese punto.

Entonces conocer gente de todos lados que te dé visiones de la música diferentes a la que tu tienes como base, es elemental. Uno no tiene tiempo en la vida para desembarcar en cada puerto y dedicarle el tiempo que cada país merece, para investigar, construirse y aprender. Estos son los mejores momentos.

Estás hecha de música.

Para mí el bajo, si no es mi instrumento preferido es… (silencio). De hecho muchos bajistas dicen que yo compongo para bajo, cuando compongo una canción compongo la línea del bajo. Me dicen: oye, tú piensas como los bajitas. Sin contar que los bajistas hasta en mi vida personal han sido muy importantes (Carcajada). Ellos son el soporte, son la base de la música, son la columna vertebral. El bajo es lo que te hace bailar, lo que te hace moverte. Si te hace mover te hace seguir, te hace alcanzar, porque lo que se mueve, camina, y avanza.

¿Cuándo comenzaste?

Esa es una pregunta que nunca puedo responder porque yo no sé. Mi mamá dice que yo empecé a cantar antes de empezar a hablar. La verdad es que yo no concibo mi vida sin el canto. Mi mamá tiene fotos mías de muy chiquita, vestida de rumbera; la música siempre ha estado conmigo. De manera incluso indirecta, por eso todo lo resuelvo con música, mis alegrías y mis tristezas.

¿Cómo ha sido crecer en Cuba?

Cuba tiene dos cosas elementales: una cultura muy rica, muy nutrida. Alejo Carpentier decía que la cultura cubana era como un ajiaco. El ajiaco es una sopa, un tipo de caldo popular en Cuba que lo hacemos en la calle. Tú pones la cazuela con agua en la calle, y carbón. Y los vecinos del barrio todos le echan lo que tienen. Y aquello, como quiera sabe. Entonces la cultura cubana es esta pequeña islita –o archipiélago para ser justos–, donde por su ubicación geográfica, en su proceso de formación, todo el mundo pasó. Pasaron indios, africanos, árabes, franceses, ingleses… nos colonizaron los españoles, todo el mundo nos intentó robar. Y todo el mundo nos dejó algo. Por eso no hay manera de decir: ese es el hombre cubano, o esa es la mujer cubana. Un estereotipo X, Y, o Z. La mujer y el hombre cubano es ser 100% mixto. Ser músico en Cuba te da las raíces para hacer cualquier tipo de música. Y además, el segundo punto importante: es que el sistema educacional cubano está muy bien logrado. Y los niños empiezan a estudiar de manera seria en los conservatorios de música después de pasar por procesos de captación súper estrictos, en unas escuelas donde te pasas mínimo 9 años estudiando seriamente música clásica. Tu te gradúas de percusión clásica, de piano clásico, de xilófono, o como yo: de dirección coral. Tienes un panorama musical tanto académico como popular, TAN grande… ¡que si no haces buena música es porque simplemente no te da la gana! (Risas).

¿Qué es para ti la feminidad?

UMMMM. Las mujeres… las mujeres. Yo siempre digo —y eso te va a sonar un poco fuerte— que las mujeres somos sensuales y los hombres son sexuales. Y la sensualidad es una palabra tan profunda para mí. La mujer es creación, la mujer tiene el don de dar una nueva vida, el don de parir. De llevar dentro de sí misma una nueva vida, una nueva persona. Las mujeres somos la clase bendecida. Somos creadoras por excelencia, somos la belleza, somos la inteligencia… y los hombres son… (silencio) ¡son la base para soportar todo eso! (Carcajada). Sin ser feminista para nada. ¡Dios bendiga a mis hombres! Pero no hay nada más bello que una mujer bien lograda. Es que las mujeres tenemos tanta cosa buena en las manos, que a veces no nos damos cuenta. Yo siento que el hombre tiene que esmerarse más, tiene que preocuparse más. Por eso: por muchos y muchos años fuimos esclavas de un patriarcado. Porque es la única forma de imponerse. Creo que de hecho las mujeres por ser tan inteligentes, por ser tan racionales somos muy poco arriesgadas. Y el riesgo en la vida es importante.

¿Cómo ves a las mujeres paradas en el mundo hoy?

Depende. Yo creo que hay un proceso antecesor a este en el que la mujer fue feminista a un punto extremo. Y yo soy de las que creo que no es igualdad, es equidad, de condiciones y derechos. Somos seres humanos totalmente diferentes. La mujer se enfocó tanto en dejar de ser ama de casa, que entró en otro proceso diferente, de odio y censura. Ahora estamos en el proceso de entender y desarrollar lo que dios nos dio, y los santos (risas). Nos hemos dado cuenta. Hay mujeres que nos hemos dado cuenta.

¿Quién es Daymé Arocena?

La gente cuando me ve en escena, tiene que ver a la Daymé que es en la casa, que es en la cocina, que es con sus amigos. No quiero montarme un personaje, soy artista desde que me despierto hasta que me acuesto, siempre sin dejar de ser yo. Mis padres me enseñaron a ser humilde, a ser sencilla, a saberme auto-identificar. Eso soy yo. Alguien con ganas de oportunidades. Mis padres me enseñaron sobre todo a amarme: me amo mucho. Sin dejar que el ego se te coma la cabeza. A amarme y respetarme.

¿Qué es lo más transgresor que has hecho?

A lo mejor ha sido imponerme en un momento donde ni el respeto hacia las mujeres en el jazz estaba marcado en Cuba. Yo tuve que imponerme mucho, demostrar muchas cosas. Tuve que demostrar mucho y eso me costó, me costó mucho trabajo. Tuve que enfrentarme a muchas cosas. A lo mejor pude llegar a ser osada, pero no me arrepiento. No me arrepiento. Hoy creo que gracias a eso soy quien soy, y a mis 24 años me siento orgullosa de lo que he hecho y me da las fuerzas para seguir andando.

¿Cuál es la pócima secreta de Daymé?

Dejarme llevar. ¡Siempre! (Carcajada). Cuando pienso mucho las cosas, no se me dan. Dejarme llevar, dejarme llevar por las corrientes. Yo soy hija del mar y la paz. Mis santos son Yemayá y Obbatalá. El mar… así como el mar, que puede destruir un pueblo entero y al otro día estar en calma.

¿Cómo es tu relación con África?

AAAAH. Es una deuda pendiente. África es un lugar que necesito. Porque yo lo siento en mi sangre, lo siento en las venas, lo siento en mi música y en mi cultura. Lo que necesito es vivirlo.

¿Nunca has ido?

Nunca he ido. Lo voy a hacer, ¡tranquila! (Risas).

Yo percibí tu música como música de alabanza. Alabanza cubana…¡Gospel cubano!

¿Cómo sientes esa relación entre música y espiritualidad?

Siempre vienen juntas. Yo sueño muchas de mis canciones y esos son mensajes que yo siento que me mandan. Porque yo me siento al piano y no compongo nada. La música viene sola, ella llega sola, por tanto yo siento que me la mandan. Por eso la gente identifica esa espiritualidad en mi música, en lo que yo hago, en la forma en la que hablo, en la que actúo. Yo siento que en mi vida no hay una cosa sin la otra.

Cuando cantas o cuando estas en escena, ¿cómo te conectas con esa espiritualidad?

Yo fui muy tímida de niña. Yo vivía muchos complejos, no era feliz conmigo misma. Tuve mucho que aprender, yo recuerdo que no me gustaba ser tan oscura de piel. No me gustaba ser gordita. Yo tuve un desarrollo precoz: crecí mucho mucho mucho. Era muy grande, muy alta, muy tosca…Y todos los niños eran chiquitos y delgaditos y yo me sentía como un bicho raro. Me daba pena bailar, me daba pena ver público frente a mí, yo sentía que se iban a burlar de mí. Incluso yo cantaba mirando para el piso. Pero cogí confianza y entonces empecé a sentir cosas que yo no había sentido mucho. A mí me daban descensos, escalofríos. Porque era como si los que me hicieran bailar fueran unas fuerzas del más allá. No fuera yo bailando o moviéndome porque yo deseaba hacerlo, era como que me estaban empujando a hacerlo. Creo que definitivamente cada vez que piso escena ellos están ahí conmigo, a lo mejor lo he aprendido a controlar mejor y a gozarme eso. Por eso canto descalza: uno porque detesto los tacones (carcajada) y dos porque no me hacen falta, hay una conexión allí, que siente uno que está en casa. Es sentir la energía del sitio donde estás. Trato de hacer cada escenario mi casa.

¿Te sientes bella?

¡Yo me siento riquísima! (Gran carcajada). Pero eso… eso fue un proceso. Hay muchos estereotipos, muchos códigos por ahí marcados, muy europeos. Yo me empecé a ver linda y me empecé a disfrutar como soy después de ponerme muchas extensiones en la cabeza, después de… querer pretender ser algo que no era. Cuando yo identifiqué mi propia belleza, fue que todo el mundo pudo verla. Yo siento que la belleza es una cuestión de actitud, tu sabes que hay gente que es no es muy agraciada, pero caminan con seguridad y le sonríen a la vida sin miedo. La belleza va más allá de un estereotipo visual, de un mundo fashion. Más importante aún es auto-identificarse, entenderse y auto-gozarse. Por ahí entonces: ¡camina!

¿Sigues viviendo en Cuba?

Sí. Vivo en La Habana, y lo digo con todo orgullo. El hecho de viajar tanto me ha hecho amar más mi país. Yo creo que de ahí no me saca nadie.

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¿Una canción? I put a spell on you, de Nina Simone. Porque fue la primera canción que me enamoró del jazz. Y el título tiene mucho que ver conmigo, mi abuela dice que soy una bruja.

¿Una frase? La vida es un viaje en un mar infinito, lo que hay que hacer es aprender a navegar.

¿Un libro? Soy de las peores lectoras, ay qué pena. Un libro en específico que me haya marcado... ¡te voy a engañar! (Risas).

Una parte de tu cuerpo. Las caderas.

Un sabor. La vainilla (Carcajada).

¿Qué es la sexualidad? AHHH. Disfrute al punto máximo.

¿El arte? La base.

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Sigue su proyecto en: www.daymearocena.com

Gracias Daymé por tu ser una mujer única en el mundo. ¡Sigue compartiendo de tu belleza!

@MyGrlstory

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