BOLDWOMAN SERIES_ GRACIELA #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA
¿Quién es Graciela?
(Risas) Gracielaaa… O Grace, chela, chelaina, chelines. ¿Quién es? MMM. Creo que hasta ahora lo estoy descubriendo. Pero creo que lo que me ayuda por lo menos a definirme en este momento es un poco lo que estoy haciendo. EMMM, estudié Sociología en la Universidad Nacional, tengo 33 años… Soy la loca de los gatos, han sido una presencia muy importante para mí. Soy una pésima cantante, no dibujo nada… Siempre me he sentido frustrada por no tener ningún talento, pero he entendido poco a poco que mi talento es conectar. La empatía. Como ese profundo sentimiento de ser solidaria; que a veces me juega malas pasadas, pero creo que ese es mi talento. Hasta ahora lo estoy como descubriendo. Saber… ¡¿Por qué carajos estoy en este planeta?!
¿Cómo creció Graciela?
Graciela o chelita, como me decían mis tías y como me ha dicho la familia siempre. Ehh, siempre fue una chica solitaria en realidad —es posible que llore—. ¿Cómo creció? Bueno, yo soy hija única. Mis papás son separados. Ehh, mi mamá pues madre soltera, aunque mi papá estaba en el panorama de maneras extrañas. Siempre respondió por mí, pero digamos que mi papá no ha sido una figura fuerte… Mentiras, sí. Mi papá es un personaje complejo, con relación fuerte con el alcohol. Crecí siendo solitaria y muy marcada por el tema de mi peso. Ahorita soy una chica grandecita, gruesita pero pues toda la vida he tenido el rotulo de “gordita” o de “gorda”. Digamos que eso ha sido algo que me ha marcado bastante, sobre todo que marcó mi niñez y mi adolescencia. Vengo de una familia, matriarcado paisa brutal (espero que esto lo lean mis tías —se los voy a mandar—porque nunca se los he dicho). Ese tema de la construcción de lo femenino muy desde su visión fue muy fuerte para mí. Como “Chelita mijita, usted con esa cara tan bonita, pero gordita, así nadie la va a querer. Póngase pilas”. Eso me marco, y hasta ahora estoy empezando a construir una autoestima sana. Eso también hizo que me volviera una desadaptada. El no encajar en este prototipo, modelito como el resto de mis primas —a quienes quiero mucho— me hizo buscar otros caminos y cultivar otras cosas. Creo que eso me llevó a explorar otras estéticas, formas de ver el mundo; con la música —siempre onda muy rockanrolera— y por eso es que termino estudiando sociología y no ingeniería. Precisamente me parece que durante todo ese tiempo donde trataron de imponerme un montón de cosas, quise buscar salidas para construir una visión del mundo propia. Era la gordita de bota ortopédica (risas). Estuve en un colegio mixto que odiaba, lo odiaba. Siempre he sido la chica del parche de chicos. Siento que tengo un lado masculino bien fuerte empezando por este vozarrón (risitas).
¿Qué haces?
Actualmente trabajo con habitantes de calle. Chicos en estado de fragilidad social, en estado de vulnerabilidad. Trabajo particularmente el tema de sustancias psicoactivas. Pero no desde… No les doy terapia. No los rehabilito… Es un trabajo que está orientado a que ellos reflexionen sobre cuál ha sido su relación con las sustancias, y cómo pueden relacionarse de una mejor manera con ellas. Todo esto viene también porque he tenido una relación particular con las sustancias psicoactivas. He tenido momentos de mucha fiesta y locura, que han respondido a estados emocionales de búsqueda, crisis, vacío… Entonces todo eso me ha llevado a buscar otros discursos y narrativas para entender este fenómeno desde mi propia experiencia, donde han habido momentos que me he atormentado pero también momentos donde he tenido experiencias maravillosas en estados alterados de consciencia. He tratado de entender este asunto porque es una vaina muy compleja. Creo que mueve el mundo de maneras increíbles, donde el discurso del blanco y el negro se queda muy corto, ¿no? Ahorita acabamos de pasar UNGAS 2016 (Asamblea extraordinaria de las Naciones Unidas) donde, aunque no lo han dicho oficialmente, el discurso estuvo orientado a “la guerra contra las drogas fracasó”, “no podemos seguir pensando que las vamos a acabar”. Es mucho más profundo. No es una relación sujeto-droga, donde quien la pruebe se vuelve adicto o porque le falta carácter, o porque tiene problemas… Sino que también tiene una función social. Por ejemplo para mí lo ha tenido. He sido una chica fiestera prácticamente toda mi vida. Ha sido un escenario de construcción de mi identidad brutal, y no solo para mí sino para muchos. Entonces me he enfocado en trabajos de política pública, estuve en los inicios de la formulación del proyecto “Échele Cabeza Cuando Se Dé En La Cabeza”, yo lo bauticé, pero también sentí la necesidad de trabajar más en lo comunitario. Finalmente el impacto que puede tener el abuso de sustancias en familias y en las comunidades es muy alto. La reducción de riesgos, como el discurso enfocado en el ritual de consumo, buenas sustancias y cuidados, se quedan cortos cuando del impacto de sustancias como el basuco, no hay nadie dando línea en el tema. He trabajado también con cárceles. Y ahí he aprendido que a pesar de los diferentes contextos, la relación que cada quién establece con las sustancias está ligada a esa situación de amor propio y autoestima. Cuando trabajo con estos chicos, me siento identificada, y siento que puedo aportar desde mi experiencia personal y compartir el conocimiento que he podido adquirir. Siento que no es algo que tenga un impacto inmediato y masivo, pero da sus frutos. Es abrirle una puerta a la reflexión, algo que antes no tenían en cuenta. Es establecer una relación consciente con las sustancias.
¿Qué ha sido lo más difícil de trabajar con este tema?
Dificultades hay muchas. A veces siento que a partir de mi historia puedo perder mi objetividad. No dar respuesta en la medida en que la gente la necesita; en lo inmediato. La dificultad que hay frente a la sociedad al hablar de estos temas. No es un tema para tapar, y gran parte de la impotencia tiene que ver que sea un tabú pues alimenta que crezca negativamente. Por ejemplo, esta semana hubo un caso, llegó una mamá con su hija, que no se había dado cuenta de que su hija consumía basuco. Llevaba un mes consumiendo basuco y la mamá no se entera, pero nadie lo quiere hablar y en esa medida es difícil de tratar. Luchar contra la doble moral es tenaz. La sociedad aplaude el que “mijito se tome un traguito” pero condena al que fuma marihuana porque pues “se va a echar el costal al hombro”. Cuando una sustancia como el alcohol esta más ligada a alta accidentalidad, violencia… Y no es que esté justificando la marihuana, pero sí creo que hay mucha doble moral a la hora de tratar estos temas.
¿Qué te llevó a trabajar con este tema?
Siento que las sustancias son poderosas. Así como se puede tener experiencias increíbles, conectarse con el universo —esto suena muy hippie—, entender el todo y las partes, o tener momentos muy oscuros, de llenar vacíos; es un asunto que abre la pregunta a que no se trata de lo bueno y de lo malo. Es abrir las posibilidades. Por ejemplo el uso del LSD o MDMA para tratar casos de estrés o traumas. Creo que es importante ponerlo en la agenda pública como un camino que evidencia estados interiores que muestran la necesidad de sanar. Tal vez si el trato fuera diferente, el despertar para muchos sería un poco más fácil. Históricamente quienes han vetado su uso desconocen completamente del tema o tienen su visión sesgada. La guerra contra las drogas nace de ahí; ignorando el hecho de que incluso éstas puedan usarse en casos para aliviar un asunto colectivo. Hay que ampliar la manera como se ve la problemática sujeto-adicción.
¿Qué tan complejo es cambiar la mentalidad?
Llevamos 50 años luchando contra las drogas, y la guerra ha causado más daño que beneficio. Por ejemplo el tema de mujeres en cárceles: están ahí por delitos de drogas; sobretodo el de portarlas. Pero detrás de esa mujer, hay una historia de gran necesidad, violencia, abandono. El tema no puede ser prohibicionista. Tiene que ver con el panorama global. En Colombia pasamos de ser un país productor a uno consumidor. Las drogas siempre estarán ahí y no se podrán quitar. En una sociedad judeocristiana como esta, el peso del pecado es muy fuerte, es un estigma. Pero a pesar de eso, se han abierto canales para cambiar la relación que tenemos con las drogas. La dificultad y el choque generacional está sobretodo desde la moral.
¿Cómo ha sido trabajar con mujeres en cárceles?
He conocido el ámbito carcelario, no TAN de cabeza, pero he podido conocer sus historias. Es muy triste. El hecho de que la gran mayoría de las mujeres estén en la cárcel por drogas, evidencia su vulnerabilidad. Muchos casos son el resultado de “necesitaba mantener a mis hijos”. Ehh, son presa muy fácil de microtráfico. Ver una mamá sola, jodida y sin trabajo. Además que sobre ellas cae el estigma de la “mala madre”, es muy fuerte. Hay un tema muy triste con las mujeres en la cárcel, a diferencia de los hombres en la cárcel. A ellos por lo general los espera su pareja en la casa, los visita; a ellas no. Están en tremenda situación de abandono, con hijos solos. Es una profunda situación de desesperación.
¿Crees que en algo marcó esa ausencia de tu padre?
Ahora tengo una relación muy chévere con él. Pero sí creo que afectó. Él siempre respondió pero casi siempre lo vi borracho. Hasta hace 9 años lo conocí sobrio. Eso fue fuerte. Ha sido un elemento que me ha puesto a pensar sobre lo mucho que tengo de su energía. Nunca viví con él, pero mi mamá me dice que nos parecemos mucho. Creo que el reconocimiento que el papá da a una hija sí marca su historia personal. Ha sido algo que encuentro en mi parche de amigos. A falta de esa figura, de esa energía masculina, creo que yo misma la desarrollé. Muchos amigos me dicen que se sienten seguros conmigo en la calle (risitas).
¿Algo que le reproches al matriarcado en el que creciste?
Pues más que reproche… Ha sido difícil sanar eso, sabes, y entenderlo. Estoy tomando distancia de mi familia —ojalá lo lean mis tías (susurro)— precisamente porque he venido haciendo un proceso para saber quién soy. En todo ese proceso me he dado cuenta del peso de lo que me inculcaron… (Se quiebra la voz). Al principio cuando empecé a ver que el origen de muchos de mis temores y situaciones tenían que ver con esas ideas de la niñez, como pensar que quien yo era no estaba bien (con lagrimas en los ojos) y que algún día tendría que cambiarlo… Hasta entender que lo que yo era no era malo. Tuve mucha rabia, busqué el culpable a mi falta de autoestima. Pero ahora lo entiendo de otra manera. Comprendo que ellas crecieron con esa visión del mundo y no las puedo culpar. Me siento afortunada, pues pude romper con esas ideas. Y sé que me respetan ahora. Ese tema del peso pasó a otro plano. Ahora soy la independiente, intelectual de la familia (risitas). ENTONCES, más que reproche, siento que he entendido que algo que me hizo daño incluso tiempo después, no fue intencionado. Ahora me interesaría establecer un diálogo para que reflexionen sobre esto, pues son esclavas del “deber ser”. Producto de la cultura patriarcal. Es mi proceso de entendimiento y perdón.
¿Hubo algo que marcó?
El pensar que mi valor estaba en mi peso, en mi físico. Todavía hay cosas que retumban. Pero a veces me recuerdo que ya no soy lo que era —la gordita de bota ortopédica—, todo eso me hizo ser lo que soy ahora y que me agrada bastante.
¿Qué te motiva a levantarte todos los días?
Hay días que tampoco me quiero levantar… (RISAS). Creo que el mundo está muy jodido y hay que hacer algo. Hacer la diferencia con algo. No tengo la visión romántica de “cambiar el mundo”, pero sí hay pequeñas acciones para hacerle la vida más amable al que tengo al lado. Dar las gracias, hablar con el vecino, sonreír. No tener cara de culo todo el tiempo. Si uno ha tenido la posibilidad de darse cuenta de que hay algo mal, tiene una responsabilidad precisamente de hacer algo.
¿Crees que hay algo que te defina?
¿Qué me defina? UFFF, no sé. ¿Cómo qué?… La capacidad de reírme de mí misma.
¿Qué admiras de ti misma?
Que a pesar de no dar un peso por mí… (llanto), siento que he logrado un montón de cosas. Y no pensé que lograra tanto. Me siento muy agradecida de estar donde estoy, de hacer lo que estoy haciendo, de tener la gente que me rodea. Porque he logrado transformar la visión que hay sobre temas como las drogas y lo que hay detrás. (Lagrimas). Es re importante poder compartir con la gente y que haya gente que se inspire para poder cambiar su propia realidad. Más que un gran logro, han sido pequeños grandes logros.
¿De dónde sacas tu fuerza?
Siento que ha estado ahí siempre. He estado en situaciones de riesgo, estúpidas, pero sigo aquí. Hay algo interno que me guía y que quizá no lo he escuchado. Quizá por mis inseguridades o los ruidos externos. Pero en la medida en que lo he permitido ser, ha sido increíble. Creo que todo el mundo lo tiene, lo que permite que uno se conecte.
¿Qué es la feminidad para Chela?
(Risitas). Es una energía súper poderosa. Siento que es la energía creadora, amorosa, de la persistencia, de la sabiduría, de la intuición. Sí, creo que así al definiría.
¿A qué mujer admiras?
Qué mujer admiro… MMMMMMM… Puedo decir que he estado rodeada de mujeres muy fuertes. No tengo un ícono como tal. Siento que todas me han aportado cosas desde la fuerza, perseverancia… Sin duda mi mamá. Ella tiene un reconocimiento especial (se quiebra la voz). A pesar de ser la mayor, ella transgredió todo este modelo. Mi mamá a sus 38 años se metió con un chino de 25 y acá estoy. Me crió sola. Siempre quiso estudiar… Le dio trombosis (voz rota), le toco volver a aprender lo más básico, a escribir, acoger los cubiertos y eso frustró su plan de estudiar una carrera universitaria, pero aun así persistió y volvió a ser dueña de su vida. Ella ha sido una inspiración de gran verraquera. A veces no le doy el crédito que merece (silencio)… Sí, ella. Y bueno chicas rockanroleras: Patty Smith, Debbie Harris, Kim Deal… Reconozco que se hayan parado en un ámbito liderado por hombres, no solo desde lo lindas sino desde lo que tienen para decir.
¿Lo más difícil de ser mujer?
Creo que lo más difícil de ser mujer es ese miedo con el que crecemos. Ese miedo a que no somos suficientemente algo, a no confiar en nosotras mismas. Yo sí siento que la energía femenina es súper poderosa, y por eso nos tienen distraídas con tema absurdos como el peso, la belleza. Tenemos la capacidad de tener una visión del mundo desde lo racional y lo emocional.
¿Sientes que los hombres también dejan manifestar su energía femenina?
Siento que me he rodeado de hombres más “open mind”. Que no tienen miedo ni agüero a mostrar su lado sensible, decir cómo se sienten. Los chicos que menos miedo tienen se relacionan mejor con las chicas, sufren menos y no son patanes (risitas).
¿Crees que el sistema nos tiene miedo?
Mira lo que pasa con el tema de la paz. El tema de la guerra ha sido de poder y ligado a la energía masculina. Las viejas solucionamos de otras maneras, a veces nefastas también, pero digamos que hay otras maneras. No todo lo que hacemos las chicas está a la disposición para que los hombres lo validen. PFF, no. Es complejo.
¿Te sientes bella?
AHORA SÍ. Siento que he logrado un punto de aceptación y me gusta y agrada todo. Lo que veo, lo que soy, lo que pienso. Este tema del peso, siempre pensé que en el momento que me deshiciera de eso, florecería lo que debí ser siempre… Pero no. He logrado reconciliarme con eso, pues me reconozco y acepto. He bajado de peso, ahorita estoy engomada haciendo ejercicio pero ya no por el ejercicio como castigo por gorda, sino por el momento de conexión para mí, donde muevo cosas que no sabía que tenía. Sí, ahorita me siento linda… me siento guapa.
¿Te reivindicarías con alguien?
Si, pues sí. Con mi mamá primero, porque no le he dado el crédito que se merece. Agradecerle toda su verraquera. En general con otras chicas, porque he sido bruja… Pero eso ya no puede ser. No podemos seguir reproduciendo eso. Es para dejar en el pasado.
¿Qué te emputa?
UFFF. Soy un fosforito la verdad. Me emputa la injusticia. La inercia, el que todo el mundo diga “todo está jodido pero y qué”, el conformismo…
¿Qué haces tú para cambiar las cosas que te emputan?
A veces tengo fama de mandona. Quiero ver resultados. No canalizo bien mi energía. En ese ímpetu, quiero resultados y quizá tengo actitudes un poco autoritarias, que no está bien… Impulsivas. Cuando es en colectivo es complicado. También fama de cantaletas, porque me engomo. Trato de tomar siempre la iniciativa… Bien canalizada (risas).
¿Un suceso que haya cambiado tu vida?
Haber estudiado en la Nacho. Después de que siempre me sentí una desadaptada, llegué al paraíso de los desadaptados (risitas) —pude ser yo—. También porque me permitió ver otras realidades y darme cuenta de que he sido muy afortunada. Hay gente que viene de lugares remotos, con grandes esfuerzos… Romper la burbuja… Digamos que fue mágico porque pude establecer vínculos profundos con grandes amigos y hacer otras cosas; apostándole a abrir espacios para construir oportunidades y visiones. ¡Mi NACHO!
¿Dónde está tu masculinidad?
¿Aparte de este vozarrón? Creo que está en que soy una persona fuerte. Nunca he callado mi opinión. Siempre sentar una posición. También me ha generado problemas, porque soy muy bocona. Pero creo que ahí está. Me gusta ser una chica grande, porque no me siento frágil.
¿Qué le dirías a la Chela de hace 10 años?
UFFF. (Sollozo-silencio). No sé. Que como es, es una chimba. Que lo que es, es una maravilla y que se quiera mucho. Esa pregunta es brutal… Rompedora.
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Una canción Don’t stop me now, Queen
Un libro Sin remedio, Antonio Caballero
Un apodo que odiaste Chela-iche, chela-volví hacer. Y el rotulo de gordita, gorda (fuerte).
¿Qué es la sexualidad? Goce, puro goce y expresión
¿El pudor? Doble moral
¿El aborto? Opción
¿La seguridad? ¿Democrática?
¿La felicidad? Día a día
¿La religión? Pajazo mental
¿La política? Una mierda
Un sabor Chocolate
Una frase Todo pasa
Una parte del cuerpo Los ojos
¿Que te enamora? La inteligencia
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Mucha gracia la que rodea a este ser en proceso de descubrirse! Gracias Graciela por abrirnos esas puertas y compartir un momento tan bonito!
@MyGrlstory