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BOLDWOMAN SERIES_ JULIANA DELGADO #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA


¿Quién es Juliana?

¿Quién es Julianaaaaa? Juliana es… Yo creo que soy como una freak. Una colombiana, emigrante, queer, artista, escritora, activista. Pero yo creo que el centro de mi identidad como persona en este mundo está en que soy una freak.

¿Cómo defines lo freak? Cómo describir eso freak… Yo creo que la idea de ser freak es existir en… (Se corta comunicación). Mucho de lo que yo hago a diario, como yo existo en este mundo, es en resistencia a la normatividad. Y no tanto porque me lo proponga todos los días, sino porque es genuino a quien soy yo como persona. Soy drag queen, entonces hago un espectáculo de género. Voy a teatros y a bibliotecas, haciendo performance. También soy directora de una organización LGBT de literatura acá (San Francisco) y me gusta muchísimo mi trabajo porque estoy resaltando a la gente que está en los márgenes de la sociedad. Por eso me llama la atención la noción de lo freak. Es socialmente despectivo, y de alguna forma es un espacio de empoderamiento al retar la normatividad.

¿Cuándo empezaste a encontrar este camino de lo que te define?

Yo me fui de Colombia cuando tenía 15 años. Viví cuatro años en Miami, y ya sabía que estaba saliendo del closet y me gustaba mucho el arte y la filosofía. Me fui a Argentina donde asistí a unas clases de feminismo filosófico; empecé a leer a Judith Butler, a leer poesía, ir a teatro, circo; ahí empecé a entender que lo que más me jalaba era ir tras lo “underground”, lo liminal. Las cosas que están al borde de la sociedad. Nunca me ha interesado mucho ser parte de la sociedad hegemónica. No estoy tratando de parecer diferente, es algo que me nace y que creo que me ha empoderado. Encontré mucha gente que pensaba parecido a mí. Después aplique a Berkeley y estudié Género y Estudios de la Mujer, QUE ES BÁSICAMENTE estudios feministas. Y mientras estudiaba fue una de-construcción de lo que en inglés entiendo como “common sense” (sentido común). Y eso me dio acceso a investigar comunidades en San Francisco de sadomasoquismo, drag kings, drag queens, prácticas sexuales… San Francisco tiene una vida muy colorida en términos sexuales y de arte. Entonces encontrarme con todas estas comunidades me atraía muchísimo, aparte del interés académico. Fue entrar a ser parte de esto cuando me gradué.

¿Cómo ha sido el encuentro con esa búsqueda de género (si es que lo podemos llamar así)?

Ha sido un proceso muy grande. Cuando estaba en la universidad me sentía muy masculina y eso me generó ansiedad. Venía de un colegio súper católico en Bogotá —el uniforme como ese símbolo de homogeneizar todo—. Las ideas de mujer que yo tenía en mi cabeza se vieron enfrentadas, descontruídas y así empecé a encontrarme. Encontrarse es un proceso que —yo creo— nunca termina. Al principio, cuando salí del closet, mi look era más masculino, y la reacción cercana a mí (familia y eso) fue muy fuerte. La masculinidad femenina no va muy bien en el contexto colombiano, no hay mucho espacio. Y yo amo el espectáculo del género. Me encanta, es interesante. Por ejemplo, el tema de la producción de la feminidad colombiana, amo representarla cuando estoy en drag. Pero cuando era chiquita, siempre oía que a las viejas masculinas nadie se las comía o eran unas pobres lesbianas… Entonces para mi fue un proceso de redefinir los elementos de género que estaba incorporando en mi vida. Y he pasado por varias presentaciones de género: he sido súper “high femme” y también una marimacha completa. Hoy en día me siento muy identificada con la identidad de los maricas. Tengo prácticas de los hombres gay. Hablo como ellos, me expreso como un marica, pero soy lesbiana y me visto como drag queen. Para mí ha sido esencial entender que el género es flexible y uno puede existir en identidades no tan rígidas. Es navegar muchos cuerpos. Es interesante salir a la calle y ver la interacción de la gente conmigo, tanto en San Francisco como en Bogotá. Es entender todo esto desde lo práctico y lo teórico. Pero lo más importante es el apoyo de la comunidad, donde me veo reflejada. La mayoría de personas con las que parcho acá son latinos y negros. Entonces es vivir la diáspora en todas sus formas. Reencontrar raíces latinas, entender el genero en la diáspora, encontrarme con lo artístico…

¿Cómo se define lo drag? ¿Tiene una definición?

Yo creo que lo drag no tiene una definición súper específica. Al principio había lo que se llamaba “female impersonator” o “male impersonator”, que era gente que se vestía del sexo opuesto. Pero hoy en día es una cuestión completamente distinta. Cuando llegué a San Francisco hace 8 años, uno de mis mejores amigos era drag queen. Yo iba con él a todos los shows que hacía en bares de mala muerte. Me metía en los camerinos a ayudar a las chicas a arreglarse —ponerse el culo, pelucas, etc.—. Yo le ayudaba a hacer sus personajes y me empezó a gustar un montón. Me empecé a vestir, a maquillar, pero nunca salía al escenario. Es algo como lo que te decía: jugar con el binario de género. Obviamente no creo en el binario como hombre y mujer solamente; pero lo que hace el drag para mí hoy en día es jugar con la feminidad. Es empujar todos los límites de lo posible. Es construir un monstruo femenino (no lo dice despectivamente). Un monstruo que se para en una tarima y lee. Yo leo todo en drag. Está inspirado en una parte en los cuenteros en Colombia. Me encantó la idea de crear un personaje que contara cuentos, que no refleja lo que es ser mujer, sino la performatividad del espectáculo del género. La producción que todos tenemos que hacer del género a diario, y que hacemos los drag a la enésima potencia.

¿Se podría decir que hay géneros? ¿Cómo nos podemos definir?

En vez de volver todo más ambiguo todo se vuelve más específico con el estudio de género. Lo que hacen muchas comunidades queer es inventar nombres para todo lo que no ha sido inventado por la sociedad mayoritaria. Por eso nombres como: travesti, cross-dresser, femme, fag, cyborg… Todo lo que vaya más allá del binario de género. Creo que hay cosas que son específicas de una mujer o hombre. Pero el error es que la mujer no se pueda definir a sí misma. Se reduce la definición en referencia a los genitales y eso es sexista. Hablar de género es importante teniendo en cuenta el espectro que existe. Hay gente que se identifica entre varias cosas. Hemos polarizado el género. Los elementos que hemos registrado de una mujer, en Colombia por ejemplo, son específicos: pelo largo, tetas, etc.

¿Que detonó esa búsqueda?

Desde que estaba muy chiquita. Mi mamá me cuenta una historia en la que mi papá le decía que se iba a ir de la casa y se llevaba el carro, y yo respondía como “tranquila mamá yo te compro una buseta” (risas). Yo creo que para mí siempre ha habido ansiedad frente a la injusticia. La vida me ha permitido viajar e ir a sitios donde puedo ejercer libremente. Siempre he creído que esa idea de que ser adulto es normalizarse, dejar de ser niño, es una estupidez. Eso no tiene nada que ver con ser adulto. Esa manera crecer, que en realidad significa homogenizarse, me parece súper aburrida, alarmante y peligrosa. La parte sexual y de género es lo que más me ha llamado la atención. Segurmante porque desde el colegio están ocultando la sexualidad, escondiendo la masturbación, la búsqueda de placer personal. Estar en un colegio católico es jodido, pero si pensamos en el catolicismo es un video porque por un lado es regulador pero al tiempo es kinky. La iglesia no tiene ni idea la cantidad de artistas raros y gente kinky que ha creado. Para mí la parte católica tuvo gran influencia en mi vida y, además, mi mamá es cristiana.

¿Alguna religión?

No. Soy una persona espiritual. Tengo prácticas budistas, medito. Pero no sigo una religión.

¿Qué haces tú?

Soy directora de Radar Productions, organización sin animo de lucro de Literatura LGBT. Llevo 1 año trabajando acá. RADAR lleva 14 años en San Francisco. Yo hago toda programación literaria y artística. El estado nos da dinero para hacer proyectos. Por ejemplo, ahora estamos haciendo una serie de arte y literatura, en uno de los barrios acá, donde se han mudado un montón de “techies” y han desplazando a mucha comunidad latina que vive ahí. Tengo una serie en la biblioteca de San Francisco, donde todos los meses se presentan 4 artistas (3 escritores y 1 artista). En Marzo tendremos un tour que se llama el Sister Spit Tour, que empezó en el ’97. Tour de gente gay que iba por todo Estados Unidos en una van, hechos mierdas, súper punk a leer vainas gay porque en esos pueblos donde no había nada llegarles era increíble. Ahora somos más profesionales, no tan punk. Yo consigo 8 artistas para el tour, y se lo vendemos a librerías y universidades, donde cada día tenemos un show queer en una ciudad diferente y nos pagan por hacerlo. El año pasado subimos hasta Vancouver y bajamos a Los Angeles. Este es el trabajo que me da para vivir. También escribo. Soy escritora de ficción e historiadora oral. Tengo un libro de testimonios de latinos que llegaron acá en los 80s y 90s que se llama “Cuéntamelo” y acabo de terminar mi primera novela. Y los fines de semana hago drag. La gente me llama para ir a hacer mariconadas. Me pagan por ser una gran maricona. Me va muy bien con el micrófono y la audiencia.

¿Cuál ha sido tu mayor reto?

Para mí ha sido mi familia. Ahora tengo una excelente relación con mi mamá, pero yo me tuve que ir de mi casa. Yo salí del closet hace mucho tiempo, a los 17 años dije “soy demasiado gay”—. Pero mi mamá es cristiana evangélica y no se lo tomó tan bien… Por eso me vine acá. Cuando me iba a casar hace 2 años, le mandé una carta a mi mamá. Con mi papá también, pero él es demasiado godo, yo lo adoro con toda mi alma, pero llega un punto que para mí ser gay no es la gran cosa. Yo ya lo superé y aunque el principio fue duro por la crianza, donde nunca tuve gente gay cerca; pero al casarme les escribí una carta a cada uno donde les dije, básicamente, “que al que no le guste se jodió”. La familia es lo más difícil. Me ha tocado pelear bastante para encontrar mi espacio. Mi mamá ama a Laura y ella apoya completamente lo que soy. También tengo una mamá putativa que es trans, Cubana, Adela, que la conocí acá en San Francisco y que es todo mi apoyo. Hay gente que cree que salir del closet es muy fácil porque es un tema abierto, pero para mucha gente no lo es y más en el contexto del que venga. Mi papá y yo no tenemos una buena relación. Tenemos una relación diplomática. Encima de ser gay me veo muy gay. En mi día a día no soy femenina y él me pide “póngase unas baleticas”, y yo le digo “pero es que a mí no me gustan las baleticas” (risas). Es una pelea tanto en la parte de sexualidad como de género. Por eso vivo lejos, los amo y los quiero, pero mi vida es distinta. Ha sido un proceso largo. Pero creo que estoy del otro lado.

¿Crees que hay algo que defina a los personajes que navegas?

Yo creo que hay mucho humor. El humor le da a uno acceso a entender un montón de cosas que uno a veces no da. Yo creo que en mi trabajo lo hago mucho. Cuando escribo, cuando soy drag. El humor da acceso a otra dimensión. Yo creo que no estoy tratando de definirme. Hay cosas que son parte de quien soy yo, pero no tengo una definición específica.

¿Crees que puedes definir la feminidad?

Yo creo que hay un montón de elementos femeninos que uno puede reconocer. Creo en el poder femenino y de la mujer. El matriarcado. La hermandad. Tengo el mío y crecí en él. Hay una parte femenina espiritual y una parte femenina que es estética. Es una vaina efímera que no se puede contener, por eso es tan difícil definirla.

¿Alguna mujer que admires?

Admiro muchísimo a mi mamá queer que se llama Adela Vázquez. Me acogió en su casa cuando llegué de escapar. Fue gracias a ella que tuve hogar en San Francisco. Salió de Cuba, llego con una mochila, siendo un gran maricón en ese entonces y se hizo ella TODA. Tuvo un impacto en la comunidad latina y trans acá inmenso. En el momento de la epidemia del sida, unió a mucha gente. Históricamente tuvo un impacto muy grande en la comunidad y en mi vida… Adela ha sido una gran inspiración en mi vida.

¿Por qué crees que la sociedad le tiene tanto miedo al tema de la sexualidad y del género?

Eso es una pregunta gigante (risas). Yo creo que la regulación del género y la sexualidad mantienen los beneficios de ciertas persona, mantienen el status quo. Que es lo que explica Foucault del biopoder. Y eso se ve reflejado en la religión católica. Infundir pánico en la diferencia beneficia a un montón de gente y circula un montón de plata. Es específico dependiendo de donde uno vaya por las prácticas culturales. Pero el miedo definitivamente rige todo. Y en vez de abordar el tema con mente abierta y tener compasión; nos han enseñado que todo lo diferente es malo y hay que temerle. Y hablo de Colombia y hablo de Estados Unidos. Pero creciendo en Bogotá único maricón que yo conocí chiquita era el de la peluquería, que era un espectáculo. Hay miedo a la diferencia y a desestabilizar la norma. Hay pánico al ver una vieja marimacha y una loca maricona.

¿Cuál es tu mensaje?

Yo no quiero ser un modelo a seguir, ni nada de esas vainas. Soy artista y hago mi vaina activista, pero soy un ser humano y tengo claro que la voy a embarrar. En términos de lo que escribo en ficción, yo creo que no hay un mensaje moralista. Enfoco mi escritura es en una buena narrativa y contar una buena historia. Pienso que las historias que quieren tener una moral detrás son una cagada, en términos de literatura. Mi ficción, lo que escribo a diario, es sobre familias disfuncionales —lo escribo en spanglish—. En mi día a día, no creo que esté enseñándole a nadie nada. Estoy tratando de vivir cuerpos distintos. Estoy haciendo una investigación del performance de género, del legado católico, del legado de la colonización en los cuerpos latinoamericanos. Estoy tratando de hacer un espectáculo. No quiero ser modelo de nadie. Fui profesora un año, y yo no quería ser la “role model” de nadie, es un peso moral muy fuerte (risitas). Qué nota poder inspirar a alguien, pero estoy enfocada en mi arte.

¿Qué crees que es lo más difícil de ser mujer?

Esto es lo más feminista del mundo, pero es el patriarcado. Estar circunscritas a una sociedad donde no muchos nos toman enserio, donde la gente cree que porque nos dejan trabajar no existe el sexismo… Pero lo que más nos hace falta es el sentido de hermandad. Si tuviéramos una noción más fuerte de la sororidad, llevaríamos una vida muchísimo más tranquila. Nos falta desaprender todas esas cosas que son terribles para nosotras. No quiero sonar como un estereotipo pero yo soy muy feminista, la verdad (risas). La manera en que nos dejamos ir a nosotras mismas, cuidamos a todos, esposos, hijos, padres, pero nunca a nosotras. La labor emocional que hacemos por el mundo entero y que no es remunerada pero es totalmente esperada de nosotras. Los “sacrificios” que tenemos que hacer por ser mujers. Eso hace parte del sistema del patriarcado en el que crecimos. Yo creo que hay una ilusión de que estamos liberadas, de que llegamos alguna parte cuando aún no hemos llegado a ningún lado y hay un montón de nosotras que están matando a diario (empezando por todas las chicas trans).

¿Cómo le haces frente al patriarcado?

Es súper jodido. Pero se da en cosas muy chiquitas. Creo que le hago frente aspirando a una comunidad de mujeres, ayudando y apoyando lo que más puedo, poniéndolas de primeras. Trabajo en esta fundación donde el 93% de las personas que trabajan son mujeres y personas trans. Vuelvo a la idea de la comunidad, de hermandad femenina, de tratar de crear lazos estrechos entre nosotras, que son jodidos, pues nos metieron el tema de la competencia y la envidia.

¿Te sientes bella?

¿Me siento bella?… Sí claro.

¿Cómo vives esa belleza?

Medito un montón, troto casi todos los días. Trato de nutrir una belleza interna. Me gusta mi estilo específico, me visto como se me da la gana, me maquillo como se me da la gana. Busco lo que me gusta. Hago las vainas por que de verdad me nacen a mí misma. Yo decido como verme frente al mundo.

¿Un suceso que haya marcado tu vida?

Definitivamente venirme de Colombia, para bien y para mal. Yo no tuve ni voz ni voto y me tocó venirme a Miami. Seguramente si me hubiera quedado en Colombia hubiera sido una persona diferente.

¿Crees que el hecho de haberte ido hizo más fácil la búsqueda de tu camino?

La verdad para mí fue peor salir del closet en Miami. La situación era muy fea. Era un pueblo muy pequeño, donde me sentía encerrada. Estaba en un sitio muy conservador. A veces pienso que quizá estando en Bogotá hubiera sido más fácil por todo lo que ofrece una ciudad grande. Quizá mis papás hubieran sido igual de homofóbicos, pero hubiera tenido a la ciudad apoyándome. Hay mucha movida LGBT, es una ciudad vibrante que tiene mucha cultura artística y resistencia.

¿Cómo es diferente Bogotá de San Francisco?

Todo en Bogotá se divide por clases. Por eso uno se limita a vivir otras cosas. Por eso la resistencia es más difícil. Pero una vez uno se atreve a ver la otra Bogotá, logra ver todo lo que hay. Yo odio hacer comparaciones así porque ambas ciudades tienen un significado súper diferente para mi. Bogotá es la ciudad en que nací, donde crecí y aprendí a moverme por el mundo. San Francisco es donde me encontré, donde aprendí lo que es amor propio.

¿Qué te emputa?

HUYYYYYY. Los hombres en la calle. Es lo peor que puede pasar en la vida. Por lo general ando con cara de culo, pero caminar y que todo el tiempo estén diciéndote cosas es muy molesto.

¿Tienes un lado oscuro?

Sí, claro (risas). Es puro para mí. Cuando me pongo a escribir sale. Ahora que estoy pasando por la separación con mi esposa sale a la superficie. Me toca tener un lado oscuro, y lo uso como motor para escribir. Estoy investigándome a mí misma, sacar las partes más pesadas y difíciles e intento hacerlas ficción. La mejor literatura para mí viene del lugar más vulnerable.

¿Cómo llegaste a la escritura?

La escritura me salvó. Desde chiquita tenía mi diario y me sentía obsesionada con el lenguaje. También recuerdo estar rodeada de las mujeres de mi familia reunidas, tomando vino, fumando, hablando de sus maridos… en brassier (risas) y eso me marcó. Oír sus historias. Yo me vine a vivar acá a los 15, entré en un colegio en un suburbio donde nunca sentí que pertenecí. Me sentía muy diferente, alienada, deprimida. Empecé a leer textos en inglés y a traducirlos. Estaba leyendo Ulises de James Joyce —lo estaba traduciendo razón por la cual no tenía muchos amigos (risas)—. Estaba medio tragada de una de mis profesoras de literatura y empecé a leer mucho. Fue algo que me salvó de sentirme sola. Era mi salvación a no saber como manejar lo que sentía, que era demasiado, el deseo hacia las mujeres sin saber cómo manejarlo y materializarlo. Cuando me gradué de Berkeley me lo empecé a tomar enserio —la escritura—. La literatura me salvó la vida. Me dio acceso a imaginar, crear, pensar, a tener otro tipo de vida que no pensé fuera posible en ese entonces.

¿Qué le dirías a la Juliana de 10 años atrás?

Uffff. 10 años atrás, tenía 18… Marica, yo creo que… No sé qué le diría. Es difícil. Fue un momento difícil. Quizá “Be true to yourself” (mantente fiel a ti misma). “Empieza a meditar ya, maricona” (risas); “cree en su intuición, no sólo el intelecto te va a salvar”. Sobretodo esa intuición femenina. Me hubiera gustado tener más paciencia y tener más relación con mi diosa interna.

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Una canción: Platanitos de Rita Indiana

Un libro: Ariel, Sylvia Plath

Un apodo que odiaste: papas

La sexualidad: Deliciosa

El pudor: Para botarlo a la basura

El aborto: Derecho no negociable

La seguridad: Importante

Un sabor: Plátano frito con guacamole

La felicidad: Efímera

Una frase: “Out of the ash, I rise with my red hair. And I eat men like air” Sylvia Plath Una parte del cuerpo: Los hombros

¿Qué te enamora? Las nalgas (risas)… La inteligencia

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Sigue su proyecto en: RADAR Productions

Siempre es un reto enfrentar lo diferente; nos alegra enormemente que sea con tanto aire de sinceridad. Gracias Juli!

@MyGrlstory

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