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BOLDWOMAN SERIES_ VICTORIA HOLGUÍN #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA


¿Quién es Victoria? Bueno Victoria es una caleña, que estudió arquitectura. Pero antes que eso y más chévere, estudié en un colegio de artes en Cali. Creo que allí nace toda esta parte de querer explorar en el dibujo, la pintura y la fotografía. De ahí estudié arquitectura, y al año de haberme graduado decidí venirme para Bogotá y tomé la decisión de terminar de estudiar fotografía; mi papá me había enseñado todo lo que necesitaba saber, lo básico —desde muy chiquita—. Estudié en la Nacional siguiendo el sueño de ser fotógrafa. Eso es lo que hago desde que llegué acá.

¿Cómo fue crecer en tu casa? ¿Hablas que tu papá te acercó a la fotografía? Él fue quién me enseñó todo. No me puedo quejar de mi casa. Fue una casa demasiado amorosa. Soy hija única, entonces fue “todo el amor para Vicky” (Risitas). Me consintieron bastante, no tanto para malcriarme, pero lo suficiente (risas). Mi papá siempre me quiso enseñar matemática y fotografía; fue su interés principal. (¿Él es fotógrafo?: Amateur… pero sí, es fotógrafo). Entonces, él tenía su cámara, pero decidió darme una automática para que yo explorara, fue como “vaya y tome fotos” y una vez me interesó, me llevó con su réflex a tomar más fotografías. Gracias a él aprendí todo lo que sé.

¿Cuántos años tenías? Yo empecé… Cuando me regaló la primer cámara yo estaba en 5to de primaria. No sé cuántos años tiene uno —¿como 10?—. Pero eran bien poquitos. Todo era en rollo y recuerdo que yo decía “tengo un rollo, tengo un rollo” y él me acompañaba a revelarlo. Era muy divertido.

¿Qué significa la fotografía para ti? No sé, pero ahora es TODO. Cuando empecé, quería mostrarle a la gente cómo veía las cosas: la ida al Parque San Antonio en Cali, ver parejas por ahí… Era mostrar cómo yo estaba viendo el mundo. Era esa exploración de esa mirada tan personal, y pensé que tenía que hacer cosas con ello. Era darle forma a esos pensamientos y problemáticas que yo veo a mi alrededor. Es la voz que le doy a todo. Siento que es lo más importante.

Cuéntanos de tu proyecto Fotomeraki. Fotomeraki nació hace 3 años. Surgió porque en ese entonces estaba haciendo una serie de retratos de fotógrafas colombianas. Quería fotografiarlas y mostrar quiénes eran ellas detrás del lente. En el camino me di cuenta que yo conocía 5, mis amigas tenían otras 5 y así. De 5 en 5. Pero hubo un momento en que quería llegar un poco mas allá a otras ciudades y llegarle a más mujeres. Quería saber qué estaban haciendo en la Guajira, en Barranquilla; el país es muy grande y podía quedarme sólo con mis 5 amigas. Pero no encontraba absolutamente nada de información al respecto. Entonces ahí pensé que debía haber un portal donde uno pudiera ver qué estaban haciendo —no sólo las fotógrafas, aunque ese es mi interés con el proyecto, pero sí todos los fotógrafos—. De ahí surgió Fotomeraki, de esa idea. Un portal que exhibe los proyectos de fotógrafos colombianos. El proyecto ha mutado un montón. Ahora materializamos la fotografía que estamos mostrando en el portal y gracias a eso llevamos dos fotolibros en estos 3 años. La idea es sacar anualmente 1 libro y seguir dejando crecer el proyecto por todas partes; manteniendo lo principal que es mostrar la fotografía Colombiana al mundo.

¿Por qué te interesaste por la fotografía hecha por mujeres en Colombia? Siento que las mujeres en la fotografía es uno de los medios donde más se han exaltado en el arte y a pesar de tener tantos talentos a nivel nacional, lastimosamente esa voz aún no se ha escuchado por completo, porque no encuentras su trabajo tan fácilmente. Entonces con la serie de retratos quería poder mostrar eso, mostrar quienes son y así interesar al espectador a ver su trabajo que es muy bueno y sabía que valía la pena mostrar.

El proyecto lo llevas con una compañera llamada Daniella Benedetti. ¿Cómo ha sido el trabajo juntas y como han enfrentado el medio e invitado a los hombres a ser parte de esto? Con Daniella ha sido FANTÁSTICO. A veces se escucha que entre mujeres existe la competitividad —que no me parece lo más sano—, o que optan trabajar con hombres. Muchas personas me preguntan cómo nos va trabajando juntas. Ambas tenemos el mismo camino trazado. Nos mueve lo mismo. Estamos activas, estamos investigando todo el tiempo y con ganas de mostrar el trabajo de otros fotógrafos. Estamos muy conectadas, haciendo que el equipo funcione muy bien. Estamos enamoradas la una de la otra. Desde que llegó Daniella, el proyecto se impulsó mucho más. Nos conectamos un montón, trabajamos todos los días, lo que hace que fluya. Con los hombres, pues nada, todos están súper invitados, estamos abiertas a nuevas voces. La idea es generar alianzas y hacer crecer Fotomeraki desde muchos puntos. Mucha gente se ha involucrado. Por ejemplo la semana antes del plebiscito, generamos una conversación entre imágenes por la Paz, llamamos a varios fotógrafos para que a partir de una imagen nos mostraran una reflexión sobre lo que estaba pasando. Hubo muy buena receptividad y una importante conversación.

Foto tomada del archivo de Fotomeraki: Alejandro Vásquez uno de los fotógrafos del libro Fotomeraki Vol.2

¿Alguna mujer fotógrafa que hayas conocido que te haya marcado? Es difícil. Cada una es diferente y muy interesante. Hoy precisamente estaba viendo una: Margarita Valdivieso. Es de Medellín. Ella utiliza este medio de la fotografía para contar una historia particular. Su trabajo es INCREÍBLE. Su ultimo proyecto se llama Conexiones Perdidas —Missed Connections así se llama en inglés—. Nace después de explorar ese site en Estados Unidos. Donde por medio de frases en anuncios las personas buscan encontrar gente que alguna vez vieron en la calle con la que compartieron un momento pero no intercambiaron contactos. A partir de eso, su trabajo es buscar una imagen que vaya con estas frases. Su trabajo es particular y eso me encanta; pero también hay otras mujeres que hacen otro tipo de proyectos y que me llaman mucho la atención. Gracias a Fotomeraki he conocido muchísimas.

¿Qué te inspira como fotógrafa? A ver, ¿a mí…? Eso sí ha sido así como desde siempre: las mujeres. Desde que empecé y llegué a Bogotá quería poder fotografiar chicas. Las expresiones, todo esto tan femenino de los movimientos, encontrarlas en un lugar íntimo donde se pudieran soltar y hablar libremente. A partir de ahí han salido muchos trabajos, pero lo que más me inspira es la gente, las chicas en particular.

¿Cómo definirías la feminidad? Eso es complicado. Ahora que he estado trabajando con el tema de lo que significa ser mujer, y como lo entienden las chicas a quienes les hago fotos o con quienes tengo conversaciones, se me ha hecho más difícil definirlo. Antes sentía que si me decían “sea más femenina” era cruzar las piernas bien, usar cierta ropa, expresarme de cierta manera. A medida que he ido creciendo, me doy cuenta que eso que había entendido por feminidad por una parte es muy cultural. Que te digan “debes hacer” es todo un tema. A veces me encuentro encasillada en el “ser femenina” porque de alguna forma me tocó serlo. Por ejemplo con el tema de la depilación debería ser mi problema no de nadie más, o de cómo me muevo o si quiero ser grosera. Con este tema, creo que uno no nace así sino que se va construyendo a través del tiempo, algo que fluye naturalmente. La feminidad la encuentro en gestos, me he dado cuenta que al fotografiar mujeres salen cosas naturales, pero esta feminidad impuesta me choca. No debería ser así. No deberíamos estar en un cubo del deber.

¿Has encontrado algún gesto que se repita en las mujeres que has retratado? Sí. No se si sea algo que se repita o que yo busco un montón pero es el tema de las manos. Siempre estoy súper pendiente. Las chicas como que tenemos mucho de manos. Reflejamos todo. Delicadeza, cómo nos tocamos. Los gestos manuales veo que son lo que más se repite. Y también el movimiento del pelo. Sea que tengas pelo cortico o largo, siempre hay algo que da —no sé si es más fuerza— pero que muestra una personalidad. Muestra la seguridad o no. No sé si suene raro, pero noto mucho que es recurrente.

¿Qué crees que es lo más difícil de ser mujer? A veces lo más difícil de ser mujer es nacer en ciertos lugares, como el país en el que vivimos. Cuando empecé con el tema de fotografía e hice planes para venirme a Bogotá era “No, una mujer sola en Bogotá, a estudiar en la Nacional, muy difícil”. Pero nada, me vine a mis 22 años, pude vivir sola, sin familia; la familia la fui creando cuando llegué con los amigos que tengo acá… Esa idea de que “eres mujer, va a ser peligroso, debes quedarte en casa” siempre me dio duro. Mis papás en particular me apoyaron, pero la presión del resto es terrible. La incertidumbre que dejan en comentarios “¿Será que lo puedes lograr? Mejor quédate con lo seguro”. Es un pensamiento ligado a la mujer. Hay que saber sacudirse esos comentarios. Si no lo hubiera hecho, estaría en Cali en un lugar muy cómodo.

¿Qué valores del “ser mujer” que te inculcaron en casa? Yo creo que en ellos fue que empezó esto de darme cuenta que ser mujer no significaba hacer esto o dejar de hacer aquello. Con ellos empezó esa curiosidad de ser mujer y hacer lo que quería. Gracias a ellos he perdido el miedo de probar nuevas cosas. A la hora de hacer Fotomeraki, y tomar decisiones importantes, siempre llamo a mi papá. Ese par han sido los que me han apoyado en todo. Gracias a ellos he podido enfrentar la incertidumbre. Por ellos es que han salido los sueños a flote.

¿Cómo se llaman tus padres? Abelardo y Nora (Gracias a ambos, importante nombrarlos).

¿Crees que el sistema nos tiene miedo a las mujeres? Ahhh… A veces siento que sí. Nos quieren reprimir un poco. Siento que los hombres se han destacado en muchas más cosas, porque a nosotras siempre nos han tenido bajo la noción de “la seguridad”. El habernos criado de la forma como lo han hecho, de quedarse en la casa —no digo que esté mal si es tu decisión— pero si sólo crees que tu papel es ese, no puedes crear nada, hacer proyectos, tener ideas… Ahora que estamos empezando a hacer cosas, se están dando cuenta que nuestro aporte es importante.

Ese tema de la posición de seguridad y la mujer me parece muy interesante… Sí, es de estar en posición segura siempre. Fíjate por ejemplo que son muchos los hombres que cambian de carrera y no pasa nada, para muchas mujeres eso puede ser más difícil. Siempre está el tema del tiempo: te casaste, por qué no te vas a casar, consigue pareja, cuándo tienes hijos… Con los hombres no hay tanta preguntadera. Lastimosamente tu familia te ha enseñado eso, pues es normal que sientas que lo seguro es lo único. Ojalá todas tengamos la oportunidad de escuchar otras voces que nos ayuden a salir de esa zona de confort y estar perfectamente bien.

¿Cuál ha sido tu lucha personal? Tanta sensibilidad en mi ser (risas, se pone mano en pecho, más risas). Mucha sensibilidad. Eso a veces es bueno pero en otras ocasiones me da muy duro. Es una lucha súper personal, pero que siento en cada cosa a mi alrededor. ¿Por qué estamos aquí? ¿Estoy aportando no solo a mi círculo inmediato sino a los demás? Quiero dar lo mejor de mí al planeta. Tratar de generar cosas que aporten no solo a mi alrededor sino un poco mas allá, sin derrumbarme mientras veo la realidad que a veces abruma.

¿Qué lección no olvidas? Esa pregunta es difícil. Pero creo que recientemente y que despertó aún más esa sensibilidad (risitas) fue un viaje a Nuquí en el 2014. Fue un viaje que organizó el fotógrafo Federico Rios, para que fuéramos a enseñar a varios niños y jóvenes a tomar fotografías, no solo bonitas sino que aprendieran a contar algo con imagenes. El mundo de los niños es increíble. Pero llegar allá fue súper chocante para mi. Darme cuenta que en Bogotá vivo como una princesa. Allá no hay acueducto, ni agua potable… Y aun así verlos que son felices fue un gran un aprendizaje. Después de ese viaje regrese a Bogotá siendo vegetariana. Porque ademas de la parte humana, el vivir en sus casas, compartir todo, el tema de la comida fue un tema crucial… Éramos los invitados especiales. Y nos iban a hacer una cena especial que era pollo. Para ellos sacar el pollo era el mayor regalo. Y ver de que se trata sacó mi lado más sensible. Sacar la gallina, matarla, asarla… Todos los pollos que yo he comido en una bandejita perfecta y nunca sin pensar bien de donde viene, fue como “NO”. En ese viaje cambiaron muchas cosas en mi y me interesa contarlas; es importante reconocer lo que pasa en nuestro entorno mas allá de la burbuja en que vivimos diariamente.

¿Hay algo que se te haya dificultado retratar? Con esta mano de sentimientos (risas) han habido cosas que se me han hecho difíciles. La última fue un encargo de fotos comerciales, de los cementerios de Bogotá. Investigar cuáles hay, dónde están, cuáles creman, dónde están familia completas… fue duro. Nunca tomé fotos mientras enterraban a alguien pero fue muy duro ver todo lo que pasa alrededor de la muerte. Todas las sensaciones que puedes vivir en un cementerio son muy fuertes.

¿Lo más transgresor que hayas hecho con la fotografía? ¿Con la fotografía? Precisamente eso, volverme fotógrafa. En ese momento, estando en Cali, trabajando como arquitecta tenía una vida organizada. Pero por más que estaba bien, siempre estaba la vocecita de hacer lo que más me gustaba: Toma fotos, toma fotos. No podía seguir en la seguridad. Y me lancé a hacer esta locura, entrecomillas locura. La decisión fue la mejor. Se pudo y me ha traído todas estas alegrías.

¿Te sientes bella Victoria? (Risas). Sí, pero no. (Risas). A veces es difícil encontrar eso porque uno es muy crítico con uno mismo. Es complicado.

¿Qué te emputa? Ayy, los políticos, ufff y la religión. Mal, mal. Definitivamente como dicen en mi familia, mejor no hablar de política ni de religión. No puedo hablar objetivamente con la gente radical. Eso me emputa, la gente radical.

Recientemente se votó el plebiscito.

¿Cómo afrontas el tema de la paz? Estos días han sido re tristes. Tenía mucha ilusión con el cambio que venía. Habían cosas con las que no estaba de acuerdo, pero viendo todas las personas que estaban dispuestas a perdonar con tal de que la situación no vuelva a lo mismo: disparos, guerra, no poder salir de la casa, pues para mi era imposible decir no a esa situación. Mis abuelos huyeron de la guerra, a mi no me tocó, pero si los que lo vivieron pueden perdonar y quieren la paz, lo menos que yo puedo hacer es quererlo también. Me parece una locura que no haya sido viable. Hoy voy para la marcha, creo que hay que movilizarse de alguna manera y tratar de que pasen cosas.

¿Dónde se manifiesta tu masculinidad? En querer hacer más. En hacer lo que supuestamente es solo para los chicos y eso me da pesar que sea “masculino” porque debería ser un rasgo indiferente al genero.

¿A qué mujer admiras? Por ser tan familiar, a mi mamá. Mi mamá para todo. Le ha tocado vivir cosas duras conmigo, la adolescencia fue demente (risas) y a pesar de eso puedo hablarle de todo. Es una persona que no quiero que falte nunca en la vida. Toda mi admiración para ella.

¿Tu lado oscuro? La histeria que me puede generar el radicalismo en la religión y la política (risas).

¿Qué le dirías a Victoria 10 años atrás? Que siga teniendo fuerza para hacer lo que quiera. 10 años atrás era cuando estaba terminando arquitectura en la universidad. Yo estudié arquitectura por estar en lo seguro y eso no lo cambiaria, pero si le diría que viene lo mejor, que tenga confianza en las cosas maravillosas que poco a poco van a llegar.

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Una canción: Cualquiera de The Smiths Un libro: Bad Feminist (Mala Feminista), Roxane Gay Un apodo que odiaste: La chilindrina (fue horrible) ¿Qué es la sexualidad? TODO ¿El pudor? Desgaste ¿El aborto? A favor ¿La seguridad? Siempre tenerla ¿La felicidad? Siempre estar así ¿La religión? Terrible Un sabor: Ají Una frase: El amor y el respeto hacen la diferencia en todo. Una parte del cuerpo: Las manos (risas) ¿Qué te enamora? La sinceridad

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Sigue su proyecto en: Fotomeraki ¡Gracias por recordarnos que la sensibilidad es muy necesaria Victoria! @MyGrlstory

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