MARIA PAULA DURAN #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA
¿Quién es Maria Paula?
Maria Paula… es mujer, es artista visual, fotógrafa. Apasionada por el trabajo con comunidades y por todos los temas sociales y derechos humanos… básicamente (risas).
¿Cómo creciste?
Yo siempre he creído que tuve mucha suerte porque tuve una familia que estaba muy conectada: mis papás, mi hermano mi abuelo. Mi abuelo me crió toda la vida, y eso para mí ha sido determinante en mi trabajo artístico y con personas. En mi casa el crecer fue un aprendizaje constante para todos porque hubo un cambio de roles inesperados y eso nos llevó todo el tiempo a transformarnos, a ayudarnos de distintas formas. Al principio mi papá y mi mamá trabajaban, pero luego mi mamá empezó a ser la fuerza económica de la familia y mi papá se volvió amo de casa (sonrisa), entonces él era la persona que me apoyaba a mí en la casa, era quien yo llegaba y encontraba, el que me hacía desayuno, lavaba la ropa… ¡Y fue algo inesperado para todos! En un momento de su vida él quería descansar y luego pues se quedó de forma permanente en la casa. Yo siento que eso fue muy importante, porque si no hubiera sido así mi relación con él sería muy distinta. Ver a mi mamá en ese rol de líder económica fue chévere, porque al principio ella no se sentía tan empoderada del hogar, pero luego verla en ese papel fue muy bonito.
También en ese proceso para mi papá fue difícil entender muchos procesos míos, porque igual vengo de una familia muy tradicional, entonces todas esas rupturas te hacen preguntarte hacia dónde quieres ir como mujer, y en algún punto con muchas decisiones que yo tomé, mis papás no estaban tan de acuerdo. Con el tiempo hemos aprendido a ser más armónicos, nos hemos vuelto muy amigos, hemos conversado esas cosas, nos hemos retroalimentado y pensado de otra manera.
¿Pudiste mantener el vínculo con tu mamá mientras ella estaba afuera, trabajando?
Ella cambió su rol de repente: trabajaba mucho tiempo entonces estaba fuera de la casa, además estudiaba una maestría, entonces solo nos veíamos por las noches, pero todo el tiempo lo más importante para nosotras dos ha sido apoyarnos. Entonces yo le ayudaba con los trabajos de la maestría, las dos nos sentábamos a pensar en sus proyectos. El momento de la comida siempre fue importante, sentarnos juntas a hablar por la noche, contarse lo que cada una hizo durante el día, esas cosas cotidianas fortalecieron mucho nuestra relación a pesar que ella estuviera muy en su labor de ser la cabeza de la familia.
Cuéntanos un poco más de ti… ¿A qué te dedicas?
Bueno yo soy fotógrafa y realizadora audiovisual, y en este momento trabajo en el Centro Nacional de Memoria Histórica, entonces básicamente mi labor es contar lo que ha sucedido en estos aproximadamente 60 años de conflicto armado en Colombia, desde la voz de las víctimas. La labor es viajar a las regiones, trabajar con organizaciones sociales, y digamos que esa labor de contar esas historias –claro, es importante que la gente conozca esos momentos de dolor y barbarie que hay y que hubo en nuestro país– pero también es importante que se conozcan las historias de resistencia. Porque las víctimas tienen que dejar de ser víctimas para que la gente las empiece a entenderlas como sobrevivientes, creo que esa es la manera en la que el país se podrá dirigir a eso que llamamos “Post-conflicto”. Hacia allá vamos.
¿Cómo llegaste a trabajar en esto? ¿Es algo que siempre quisiste hacer?
Cuando yo salí de la carrera mi tesis fue fotografía –una tesis muy íntima a partir de la vida de mi abuela y de sus experiencias– y luego cuando me enfrenté a la vida laboral me di cuenta de que era muy difícil trabajar esos temas sociales, humanos y con comunidades que era lo que me interesaba, porque no encontraba el camino. Trabajé un tiempo en museos de arte, fui mediadora, estuve indagando distintas facetas, pero finalmente cuando salió el trabajo en el Centro de Memoria era todo lo que yo estaba buscando. Yo siento que la fotografía documental es a lo que me quiero dedicar, he trabajado mucho en eso. Entrar al Centro de Memoria me ayudó a ser consciente de todas las problemáticas de genero que hay dentro de las mismas problemáticas del conflicto armado, y ahí fue cuando mi interés por todos los temas feministas y de género se exacerbaron: eran cosas que yo ya venía sintiendo que quería trabajar, ya había hecho algo con mi tesis y mi abuela, entonces ya había abierto una puerta pero no estaba tan segura. Cuando entré al Centro y conocí las problemáticas que hay con los temas de mujer encontré el camino.
¿Qué ha sido lo más difícil de esta experiencia, de trabajar con víctimas y sobrevivientes del conflicto armado?
Yo siento que lo más difícil es….hay muchas cosas difíciles (risas)… pero al principio lo que más me costaba era no sentirme impotente, porque… bueno tú vas y trabajas con las víctimas y con estos sobrevivientes y encuentras todo su potencial, toda su energía, efectivamente todos sus procesos de resistencia, pero también las condiciones son muy difíciles. El sólo hecho de conocer sus historias, saber que muchas de estas personas viven en lugares donde el acceso a los derechos básicos es casi nulo, donde además tú sólo vas un par de días y te tienes que devolver y ya no supiste más de ellos y ellos se quedan con sus problemas… Lo más difícil para mí ha sido aprender cómo ayudar desde mi labor sin terminar cargada, sin terminar mal, porque esa tampoco es una solución para ellos. Ese ha sido el reto más grande: cada vez ser mas consciente de cuál es mi labor cuando voy y de lo que les puedo aportar en los días que vaya a estar, o si les puedo ayudar –a mediano o largo plazo– cómo hacerlo, pero no terminar desbaratándome con sus historias.
¿Cuál es tu sensación con respecto a las mujeres víctimas (o sobrevivientes) del conflicto? ¿Por qué son tantas?
Bueno si hablamos de estadísticas, las víctimas mujeres del conflicto somos el 50%, pero hay que tener en cuenta que de ese porcentaje la gran mayoría son civiles, mientras que en los hombres hay otras dinámicas –ellos son victimizados por unas razones y nosotras por otras– en esa medida, al entender que a las mujeres se les ataca por razones específicas, las soluciones y maneras de reparación tienen que responder a esas necesidades específicas. En el conflicto, a las mujeres las atacan por varias razones, la primera es que en la mayoría de contextos en Colombia la mujer es el centro: del hogar, de la comunidad… entonces si atacas a una mujer, atacas a toda una comunidad. Por eso las mujeres que han sido líderes en Colombia han sido muy castigadas por eso, porque los entes armados tienen especial énfasis en eso: en que el lugar de la mujer no es siendo líder de derechos humanos, no es en la política, por eso contra ellas se ensañan. Un ejemplo es la masacre que hubo en Bahía Portete a las mujeres líderes Wayuu, eso por un lado. Por otro lado, el cuerpo de la mujer es visto como un botín de guerra, entonces muchas veces si quieres insultar al hombre lo que haces es atacar el cuerpo de su mujer, y así afectas una estructura familiar, la dignidad de la mujer, en fin.
Otras razones –y esto empieza a ser más específico– son por ejemplo las mujeres lesbianas. Los actores armados dicen “esta mujer es lesbiana porque no conoce qué es un hombre, entonces yo le voy a enseñar” y las violan pensando que va a ser una medida correctiva de eso que para ellos es inmoral o está “mal hecho”. Y así… si vas por cada región dependiendo de qué actor armado esté, hay diferentes actos victimizantes y distintas formas de atacar a la mujer. Hablando de memoria histórica es muy importante entender que la memoria oficial del país es hecha por hombres, entonces muchas de las historias de esas mujeres han sido silenciadas. Mi interés es que esas voces tengan un espacio, en mi caso desde la fotografía, que se pueda dejar de hablar de una memoria oficial y que existan memorias plurares.
¿Crees que el sistema nos tiene miedo?
Yo creo que sí. Siento que un arma del patriarcado es separarnos y dividirnos, porque obviamente todos nuestros sistemas y políticas frente a derechos humanos, mujer, equidad, están construidas desde unos parámetros e intereses masculinos, y el hecho de que las mujeres empecemos a exigir otros derechos le quita privilegios a los hombres. Yo creo que ese es el punto central de esa incomodidad que empieza a ser violenta. Yo lo que siempre digo es que es muy difícil salir de ahí, por el sistema en el que estamos. Ser feminista es muy difícil porque nos encontramos con muchas contradicciones todo el tiempo, por el mismo contexto, por nuestras estructuras familiares, porque nuestro país es muy machista todavía y todo el tiempo hay que enfrentarse a eso. Creo que hay que tener en cuenta que así como uno hoy siente que tiene un derecho, mañana se lo pueden quitar, es así de sencillo, ¡porque todo es a partir de políticas! ¡Y si el gobierno de turno decide que x derecho, por ejemplo el derecho a abortar, no es legitimo o ya no va con los lineamientos te lo quitan! Entonces todo el tiempo esta lucha de las mujeres ha sido un ir y venir. Un día tenemos un derecho que creemos ya ganado, y 10 años después ya no. Yo siempre he defendido mucho la memoria histórica en ese sentido: hay muchos derechos que hemos ganado pero porque hay una lucha detrás de eso. Eso fue lo que yo aprendí de mi abuela, ella tuvo una vida muy difícil, le tocó tomar decisiones duras porque sufrió de violencia intrafamiliar, entonces que hoy yo tenga la oportunidad de no vivir esas cosas es porque ella tuvo que tomar acciones frente a eso. Volviendo a la pregunta, creo que todo el tiempo estamos en tensión con los hombres por el “hasta dónde nos quieren permitir llegar”. Algo que he aprendido estando en el Centro de Memoria es que los aportes de las mujeres a la paz son increíbles, a pesar de todas las dificultades, son ellas quienes están peleando hoy porque exista reconciliación, porque exista una recuperación de las tradiciones y de la cultura, ¡nuestros aportes son increíbles! Pero como no hacemos parte de la historia es muy difícil que esos aportes se vean y se pueden aplicar. Esa es una crítica que hacen muchas feministas al proceso de paz en La Habana, porque realmente otra sería la historia si realmente las mujeres fueran el rostro de ese proceso, donde realmente estuvieran liderando.
Tú te declaras feminista. ¿Qué es para ti ser feminista?
Al principio tuve muchas contradicciones con la palabra feminista, me costaba declararme feminista, pero con el tiempo me fui dando cuenta que es un concepto que tú puedes construir, no necesariamente es lo que aparece en el diccionario. Entonces, por lo que me declaro feminista hoy es porque he recogido las cosas que considero van con mi filosofía de vida, lo que quiero hacer con ella, y de ahí es que ha salido esta idea de que soy feminista. Porque si quiero trabajar por la equidad, por una igualdad de condiciones para vivir, trabajar, todo en general, pero lo quiero hacer desde mi posición de mujer, y siento que ser feminista lo vuelve un compromiso. Yo soy muy de la teoría de que “las cosas que no se nombran no existen”, entonces me gusta llamarme de esa manera para afirmar ese compromiso que tengo de construir desde lo que sé como mujer, desde la sabiduría que traigo como mujer, por esa equidad. Que los hombres piensen que los odiamos o que todas las feministas son lesbianas, eso al final no deja de ser chisme y mala propaganda para desprestigiar lo que hacemos, para que tengamos que seguir de acuerdo con lo que hay. ¿Que por qué no se llama humanismo? Porque precisamente el feminismo reconoce todo el proceso histórico que han hecho las mujeres y esa es la raíz de la palabra. No me parece que tengamos que borrar toda esa historia y llamar humanismo a algo que tiene un origen femenino.
¿Qué es la feminidad para ti?
Si uno busca feminidad en el diccionario –no estoy segura de lo que dice (risas)– pero asumo que es esa lista de cualidades o condiciones para ser una mujer, dependiendo de la cultura o el contexto. Pero para mí, la palabra feminidad es algo que he venido construyendo desde lo que yo quiero que sea la feminidad. En este punto de mi vida creo que es la construcción propia de la identidad, tu cómo te sientes cómoda, feliz, tranquila de ser mujer: si te quieres maquillar o no, si te quieres poner falda o no. Es un poco parecido al feminismo, desde el lugar donde estoy cómo quiero proyectarme, cómo me siento cómoda. Creo que es una palabra llena de contradicciones, porque todo el tiempo es una construcción propia, interior, del autoestima, desde tu perspectiva, pero también tienes de frente toda una imposición de los medios de comunicación, de la mirada machista que todo el tiempo te está confrontando con esa búsqueda interna, que puede ir muy opuesta a lo que te dicen que tienes que ser.
¿Reconoces tu masculinidad?
Sí… yo siento que es un trabajo en el que estoy. Siento que siempre ha existido. Hace unos días alguien me decía que desde el útero tú tienes obviamente esos dos componentes, otra cosa es que vayas silenciando ciertas cosas para por ejemplo ser más mujer. Pero creo que de los hombres también hay mucho qué aprender, entonces todo el tiempo intento escucharme mucho, ver qué es lo que está pasando y ver qué de esa feminidad o masculinidad me hace sentir más cómoda. Creo que es un trabajo diario, uno nunca dejará de conocerse. Si entrará en el cliché, yo realmente sólo puedo hacer una cosa a la vez (risas), ¿pero entonces se supone que las mujeres hacemos mil cosas a la vez? Yo no me considero así, y me siento bien haciendo una tarea a la vez y respondiendo por ella. Creo que es entender que uno no tiene por qué encajar ni en un lado ni en el otro.
¿Te sientes bella?
Sí… creo que es un tema muy difícil… yo siempre pienso mucho en las cosas diarias y cotidianas, y en repensarse todos los días. Me hiciste pensar mucho con esta pregunta porque el otro día estaba leyendo un artículo que decía que sólo el 4% de las mujeres se sienten bellas, entonces como que uno se pregunta, ¿qué está pasando, realmente yo haré parte de ese 4%? ¿O me estoy engañando? Porque tú te puedes sentir bella, te levantas y te sientes bella y estás bien contigo misma, y sales a la calle y empieza de nuevo esa presión cotidiana, de los medios, de cómo debería ser, de lo que te enseñan que es la belleza, entonces ese asunto se vuelve supremamente complejo. Yo siento que es una pregunta que puede variar según la época de tu vida, de tu contexto… pero hoy… me siento bella (risas).
¿Qué admiras de ti?
Pues últimamente hay una cosa que admiro mucho de mí y es que ya no vivo tanto del miedo, ya no dejo que el miedo me asuste (risas). Siento que cada vez los retos en mi vida son más grandes, y antes todo el tiempo estaba dudando si iba a ser capaz de lograr esos retos. De un tiempo para acá me levanto reafirmándome esa capacidad. Y lo adaptable que soy, siento que todos los contextos los he logrado sobrellevar muy bien. Eso me gusta de mí (risas).
¿Qué es lo más trasgresor que has hecho?
Yo creo que a veces hay que decepcionar para conseguir lo que uno quiere. Yo siento que para llegar al punto en el que estoy hoy y sentirme bien conmigo misma como mujer, he tenido que decepcionar a mucha gente que esperaba otras cosas de mí. Y eso para mi ha sido trasgresor, porque a mí me enseñaron que eso estaba mal, esa sensación de decepción que tenían los otros se convertía en una culpa para mí. También mi trabajo, en ciertos momentos el ser mujer y trabajar con la memoria conflicto armado se vuelve trasgresor. Si tú miras cuántas mujeres han hablado de estos temas en Colombia desde la imagen o la fotografía, ¡parece que no son muchas! A las mujeres muchas veces nos creen muy débiles para estar en esos espacios conflictivos, más si eres una niña de ciudad que no vivió esos contextos de forma cercana… Para mí se ha tratado de demostrar y demostrarme que también soy capaz, ¡que hay una fuerza ahí! Es importante ser sensible, es importante esa sabiduría femenina, pero tenemos las mismas capacidades de afrontar y dar soluciones.
¿Qué es eso que tú llamas “sabiduría femenina”?
Lo que yo pienso es que son todos esos aprendizajes del pasado y propios que uno va recolectando de otras mujeres, de uno mismo, de sus abuelas, mamás, que están muy conectados con la intuición y como con algo casi que visceral, está ahí pero no sabes cómo explicar…es muy etérea… y no estoy hablando de la sabiduría de “las mujeres son madres por naturaleza entonces tienen que cuidar y servir al otro” porque yo soy más de la línea de que eso es una construcción cultural, no quiero que se confunda, sin satanizarlo, pero siento que por eso es que a veces se nos aparta de los lugares de poder y de toma decisiones.
¿Alguna vez en tu trabajo has sentido que te tratan diferente por ser mujer?
Pueden ser muy asistencialistas contigo. Por ejemplo cuando va un hombre a campo, con un montón de equipo, maletas, ¿sabes? Nadie le ayuda, o sea va y puede sólo; y yo también voy con mis equipos, mi maleta, estoy acostumbrada y lo puedo hacer sola, si hay que subir una montaña con maletas lo hago, pero hay como una lógica de protección hacia uno todo el tiempo. En muchas comunidades te ven llegar y entonces te quieren llevar la maleta y no quieren que subas la montaña porque les da miedo que no la logres… Eso siempre me molesta así sea con buenas intenciones. Hay un pensamiento chévere que tienen algunos indígenas que es que “ayudar a la gente que no pide ayuda es insultarlo” porque básicamente ya desde el prejuicio le estás diciendo: usted solo no puede, no es en todos los casos pero a mí me quedó sonando.
¿A qué mujer admiras?
¡Muchas! (risas)… a ver… a mi abuela definitivamente, es la mujer que hace eco para mí porque fue una mujer muy trasgresora en todos los sentidos, una mujer huérfana, que la intentaron violar cuando era pequeña, vivió violencia intrafamiliar y a raíz de eso tuvo que abandonar a sus hijos, empezar sola una nueva vida, comprar un terreno, hacer una casa sola, abortó voluntariamente… Siento que ella recoge en muchas dimensiones esa búsqueda, con tropiezos obviamente de ser libre, con tropiezos obviamente. Ella ha sido la mujer que me ha sacudido la vida frente a mis derechos, a las cosas que uno da por ganado. Siempre pienso en ella como guía. Y en mi mamá, pero a ella la admiro todos los días, en sus detalles cotidianos.
Cuéntanos un poco de tu abuela… ¿Qué piensa de las mujeres hoy en día?
Para ella su proceso ha sido increíble, la ha hecho muy sabia. Obviamente por todo lo que pasó, por ejemplo el momento de entregar a sus hijos fue muy duro y fue además muy juzgada, porque cómo una mujer va a dejar a sus 4 hijos y va a empezar una vida sola, construir una casa ella sola… Todo pasó muy rápido y no tuvo tiempo de pensar. Cuando hice mi tesis viví parcialmente con ella, hablábamos todo el tiempo, de lo que para ella era ser mujer, y a través de esos espacios de conversación ella pudo reflexionar sobre su vida y al final me acuerdo que me dijo que se consideraba feminista, pero era algo que no sabía. Hay algo que me gusta mucho de su historia y es que en los últimos años se ha preocupado mucho por sanar entonces es una mujer de rituales, desde sus creencias, de pensar qué poder hacer para sanar el espíritu y la historia.
¿Qué le dirías a la María Paula de hace diez años?
Algo que he descubierto es que yo siempre pensé que era muy racional, pensé que esa era la dirección de mi vida: escuchar mucho la mente y en ese momento me lo creí mucho. En los últimos años me he dado cuenta que hay que creerle más a la intuición. Me he dado cuenta de que soy una persona muy pasional, empiezo a ver mi historia de vida y me doy cuenta que mis decisiones han sido muy desde ahí y que si yo me hubiera dado cuenta de eso antes todo el proceso habría sido más fácil. Eso me diría: que me escuchara y me permitiera sentir más.
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¿Una canción? Al Hassidi Terei – Songhoy Blues
¿Un libro? Los ejércitos de Evelio Rosero
¿Un apodo que odiaste? Pepa.
¿Tu peor defecto? Terca
¿Qué es la sexualidad? Placer
¿El pudor? Pendejada
¿La seguridad? Confianza
¿La felicidad? Lo que uno quiere que sea
¿Qué te molesta? Cuando pasan por encima de otros
¿Un sabor? El mango biche
¿Una frase? “Hay que aprender a desaprender”
¿Una parte del cuerpo? Costillas
¿Qué te enamora? Lo auténtico
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Sigue su proyecto en: https://mariaduran.myportfolio.com/cuerpos-rastros-y-mapas-de-una-guerra
Gracias Maria Paula!
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