GABRIELA SOSSA #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA
¿Quién es Gabriela Sossa?
Gabriela Sossa es una mujer joven, madre de un hijo de un año y medio, músico, amante de la vida, de la risa, de la alegría… Creativa, a ratos un poco dispersa (risas). Es una mujer que trabaja por ser muy sincera y amar… ¡Si! Por amar (risas). A todo el mundo y a sí misma.
¿Qué amas?
Amo la tierra, amo aprender cosas nuevas, amo ser mamá, amo que me sorprendan, que la vida me sorprenda: tener las puertas y los ojos bien abiertos para sentirme agradecida. Amo estar viva, y amo hacer música obviamente, para mí la música es el reflejo de la vida misma, la música no se aparta de la vida —no es como: yo hago música—, sino que la vida mía es música desde que soy un bebé, entonces amo SER música.
¿Por qué tu vida ha sido música desde que eres un bebé?
Porque vengo de una familia de músicos, mi mamá canta, tocaba el clarinete, mi papá toca las cuerdas: la guitarra, el cuatro, la bandola, los instrumentos de cuerda tradicionales de Colombia. Mis hermanos también son músicos: Juan Miguel Sossa, mi hermano mayor, es un gran guitarrista. Daniel Sossa, el siguiente, es un bajista increíble, ¡los admiro muchísimo! Y bueno mi hermanita y yo nos criamos levantándonos los domingos escuchando a papá y a mamá cantando, yendo a muchos conciertos, obras de teatro, de danza… ¡Crecimos cantando! Por más que quisiéramos huir, era imposible (risas). Cantar y cantar y cantar.
¿Cantar es tu manera de expresarte?
Cuando era una niña cantaba mucho, pero adolescente… bueno tu sabes que uno adolescente pasa por procesos muy complejos, eso de conocerse y reconocerse… entra como en esa cosa de la pena, y la voz es algo que dice mucho, es el instrumento más sincero, uno no puede mentir con su voz —o puede pero se nota (risas)— la voz saca lo que hay adentro, entonces uno adolescente se recoge un poco, como “no quiero cantar”, entonces entré en un periodo de tiempo largo en el que no canté. Empecé a darle más a la batería, después a los tambores de mano, tradicionales, al candombe de Uruguay y música de diferentes partes de América Latina… Finalmente, ya un poco más grande fui encontrando que sentía mucho el tambor —¡ese latido vital!— pero que la voz que me había guardado por tanto tiempo también tenía muchas cosas que decir. En ese tiempo que casi ni hablaba ni cantaba, sí escribía. Entonces un día me acordé de todas esas cosas que había escrito, que las tenía por allá en un baúl y —el detonante fue un desamor que tuve— ¡y las saqué! Y ahí empezó a gestarse mi proyecto que es Corrientes. No era algo pensado, simplemente quería sacar esos temas a ver qué pasaba y empezar a cantar. Al principio era muy duro, me subía a una tarima y me temblaba la voz, me volvía una nada, toda nervios, y yo decía “¿Cómo? ¡Si llevo toda la vida haciendo esto!”, pero era enfrentarme con mi propia voz, con lo que yo tenía adentro, y ahora con mis propias letras, con mi propio sentir y mostrárselo a la gente, era inaudito. Y así fue, hasta que en este punto escribir y cantarlo y que la gente lo escuche, y sobretodo que se alegre, o que se sienta identificada, o que me diga “Gaby qué canción tan linda, mira que la escuché esta mañana” o “A mí también me pasó esta historia” o “Esta es la canción de despertarme”.
Cuando alguna persona gusta de lo que hago, se me llena el corazón, siento que mientras me desahogo y me libero, haciendo mi música con conciencia, también contribuyo a que otros seres estén más alegres o más livianos, más tranquilos, y ese es el mejor regalo que me puede dar la música.
¿Cuál es tu motivación para levantarte?
La principal es Agustín, mi hijo. Verlo por la mañana, que se despierta muerto de la risa a contarme —no habla todavía— pero siento que me cuenta las historias de sus sueños, ese es un amor indescriptible: sabes que tienes que levantarte por más que estés cansado, o que esté lloviendo, conectarte con el día, con lo que viene y hacerlo.
¿En tu profesión y como mujer, cuál ha sido tu gran reto?
Cuando yo empecé a tocar percusión, me encontré con que primero era difícil que te dejaran entrar a los gremios tradicionales por ser mujer, por ser blanca, citadina y por ser además de contextura muy pequeña —yo soy muy pequeña— entonces nadie me podía creer que a mí me pudiera sonar, era como no, ni lo intentes, ¡no puedes cargar ese tambor! En ocasiones, yo también quería como igualarme al sonido, o al peso, o a la resistencia que puede tener un hombre, ¡uno chiquito se maravilla con eso! Eso fue duro, para mí era muy difícil, por ejemplo cargar un tambor-piano de candombe, yo no puedo hacerlo, ¡es igual de grande a mi! (risas). O tocando el Bombo del Pacífico, colgado, ¡uf! Qué cansancio y qué dolor, o tocando el tambor que se te rompen las manitas. En ese momento era para mí una frustración: “no me suena igual de duro, y me duele, y se me rompen las manos, pero no me importa” y seguía ¿no? Creo que eso fue difícil hasta que me di cuenta que la mujer también tiene otra magia, tenemos un sonido distinto —aunque nos puede sonar grande y apretado, no quiere decir que no— pero si lo enfocamos desde otro sentir que es más de la creación, desde ese crear, dar, comunicar desde lo femenino, desde nuestros ovarios, ¡encontramos nuestro propio sonido! Y no tiene que ser igual de duro, resistente, igual de… masculino, porque no se puede, porque podemos hacer de tripas corazón y resistir y está súper bien, pero no puede ser una frustración o una tristeza, hay que entender que tienes otra contextura, otro cuerpo y que así mismo te puedes relacionar con el tambor o el instrumento de otra manera, es otro flujo energético.
En este proceso encontraste tu feminidad, ¿de alguna manera también encontraste tu lado masculino?
Sí, todos somos duales. A ver… déjame pensar… eso me deja pensando (risas). Creo que los hombres son más sencillos y eso los hace a veces ser más felices, “básicos” pero en el buen sentido, pueden dejar un pensamiento más fácil a un lado, y seguir existiendo así con tranquilidad o pueden ser más amigos sin competir, nosotras a veces somos un poco más territoriales, y nos quedamos con los pensamientos más arraigados y competimos entre nosotras. Creo que de los hombres y de mi lado masculino resalto eso, como… ¡parchar! A mi me gusta parchar y me gusta haber encontrado que después de mucho tiempo no tengo ese tipo de competencia con otras chicas —esto es importante— en vez de envidiarlas las emulo y quiero trabajar para poder ser eso que veo tan especial en alguien, para aprenderlo.
¿Por qué crees que existe esa competencia entre mujeres?
¡Porque somos muy hermosas todas! (risas), todas tenemos mucho que aportarle al mundo, al universo. Nuestras bellezas, talentos, entrega, ¡nuestros cuerpos son hermosos! Es difícil no mirar a otra mujer y decir WOW. Y pues obviamente la sociedad lo tergiversa a tal punto que tú sientes que si estás tu no puede haber nadie más, o si hay otra persona entonces tú no cabes. Y realmente eso no pasa, ni con hombres ni con mujeres, todos cabemos, por eso estamos aquí, todos tenemos un espacio que es nuestro, y ese espacio no demerita el espacio de otro nunca. Lo que tú sabes no lo vas a dejar de saber, lo que tú vives o eres no lo dejarás de ser. Es un poco entender que cada quién tiene su luz y su oscuridad y que cada ser humano es hermoso tal como es, nadie te puede quitar nada, lo lindo es que sí te pueden dar muchas cosas, eso es muy positivo, todo el mundo te puede regalar y enseñar. Somos como un recipiente que nunca se llena, va cogiendo cosas, decantando pero siempre hay espacio para más saber.
¿Cuál crees que es el rol de la mujer en la actualidad?
¡Yo creo que el ideal es que la mujer despertara! Aquí y en China, que pudiéramos entender lo importante que somos. Somos el pilar de todo, de la sociedad, de la familia, de la pareja… Nosotras tenemos ese don. Pienso que en la antigüedad fue como: la mujer en la casa, la mujer no sale, la mujer cocina, cuida los hijos; un extremo. Y en la actualidad es el otro extremo: es la mujer fuera del hogar todo el tiempo, la mujer trabajando, la mujer produciendo, la mujer sin ocio, sin pareja si quiera, la mujer “independiente”. Siento que poder encontrar el punto medio entre esas dos mujeres que son tan importantes: la madre, la que cocina —la cocina es lo más importante (gran sonrisa)— la que sostiene el hogar, la que alimenta, la que tiene palabra dulce y bonita, con la mujer que emprende, que viaja, que aprende, que también arde, la mujer sensual y fuerte. Esas dos mujeres, o no, esas mil mujeres formamos una sola. Creo que ese es el rol, creo que son todos y podemos serlos todos. Somos todas esas mujeres, ninguna es más o menos importante, son hermanas. Yo creo que entender eso nos haría mujeres más felices, y con úteros felices, vienen sociedades felices, familias, planeta feliz (risas).
¿Qué piensas de la violencia de género?
Me parece súper fuerte, son muchas maneras de violencia, empezando por las mujeres violentándose a sí mismas. Por ignorancia y por esquemas heredados, por la moral religiosa y tantos otros inventos sociales. Eso viene de bien atrás, nacemos con esa sensación de ser vulnerables. Los medios de comunicación son un factor que alimenta sin duda esa violencia, nos muestran mujeres totalmente expuestas y vacías, negando todo nuestro universo interior, crecemos adormecidas. Pienso que debemos deshacernos de los límites que nos impone la sociedad y ayudar a que más mujeres se los quiten y se libren de esa sensación de inseguridad. Defendernos, apoyarnos y darnos amor real. Educar a nuestros hombres, saber poner límites.
¿Qué es lo que más amas de ser mujer?
¡Todo! (Risas), yo amo ser mujer. Me encanta la magia, la sensualidad, me encantan todos los universos que vivimos, ¡el ciclo! Todas esas sensaciones que podemos tener a través de este. Nunca somos la misma, y nos vamos conociendo despacito, conocemos una, luego otra y cuando creemos que ya nos conocemos, ¡pum! Llega otra y nos maravilla, otra nos confronta, puro movimiento. Creo que eso es lo que más me gusta (gran sonrisa).
¿Sientes que hay una relación entre la mujer y la tierra?
¡Totalmente! Creo que es entre el ser humano y la tierra, porque todos somos aire, fuego, agua, viento, polvo de estrellas. Creo que existe un símil entre la tierra y la mujer, puede ser un cliché, pero realmente la tierra es dadora y es madre, germina, cuida y la mujer también. Sean o no madres, sí germinan cosas en cada una. Al hombre lo asocio más con el que sostiene, como el universo-padre que sostiene la tierra. Cuando estamos en pareja, con un hombre —o con una pareja porque no todas somos heterosexuales— una mujer que da siempre encuentra una pareja sostén y así se equilibra, creo.
¿Quién te inspira?
¡Jum pues Agustín, mi hijito, me inspira muchísimo! La totalidad, el universo, la vida. Me inspiran los sonidos y los sentidos: el tacto, el gusto, la vista, el olfato y la intuición. Creo que sólo estar viva es suficiente inspiración.
La naturaleza me inspira, su perfección. Las medicinas de la tierra… Muchos momentos de creación se me han dado dentro de su universo —pero al final todo es medicina (risas)—. Yo siempre trato de que mis canciones puedan ser universales. Como diría un filósofo que me gusta mucho (Gilles Deleuze), que me enseñó mi papá: “La vida es un rizoma”, es como una raíz, como las ramas de un árbol, cada quién está en un lugar diferente pero en algún momento pasas por este lugar y puede ser que seas más joven que cuando yo pasé, pero hay otras cosas que yo viví cuando era más joven y todavía tu no has vivido y puedes llegar ahí cuando tengas 70 años y esa manera de ver la vida me parece que es la que me hace más libre para amar y entender a todo el mundo, sea lo que sea que cada persona está pensando.
Mencionaste a tu papá, ¿cómo es tu relación con él?
Mi papá es un impulsor muy fuerte de todo lo que soy. Es un soñador, es un hombre que no se detiene. Siempre está abierto a aprender. No es un señor de esos “más allá del bien y el mal”, es tan humano; es un filósofo de la vida y de la música. Él es un motor, siempre está ahí… A veces es distante y anda en su video, es aceleradísimo, pero cuando es esencial, siempre encuentras en él empuje. Él rompió muchas barreras y caminó por nosotros muchas cosas, rompió muchos tabúes, esquemas sociales y familiares que nos permitieron a nosotros ser más libres.
En una palabra, ¿qué te transmitió tu papá?
En una palabra… ¡potencia!
¿Y tu mamá? ¿Quién es en tu vida?
Ella es la cuidadora, es profundamente crítica, con eso nos ayuda a crecer a todos. A veces es un poco englobada (eso se lo debo a ella), como una niña, viaja lejos con su imaginación, la adoro. Tiene una gran intuición y su comida es maravillosa. Es una mujer muy amorosa y sensible, con una capacidad de cambio muy grande. Peleábamos mucho cuando yo era más pequeña, ahora somos muy cercanas, amigas casi. Junto con mi hermana hacemos una bomba. ¡Nos divertimos demasiado!
¿Qué es la libertad?
Para mí es amarse y amar. Entenderse y amar la humanidad completa de uno mismo, y poder llegar a amar la humanidad de los demás. Creo que ahí está la libertad, en no encasillarse en ningún esquema. Cuando tú sientes rabia también hay un impulso que sube pum pum hasta la cabeza, y ese es un impulso vital e importante entonces no quedarse en trabas como “tengo que ser pura felicidad”, ¡no! Tengo que ser un humano. Yo creo que la libertad está adentro, por ejemplo la mente nos pone muchas trabas y tapujos; yo creo que la libertad es poder amar también a esa mente, a la “loca de la casa”.
¿Reconoces el lado oscuro en ti?
¡Claro! Intento…
¿Cuál es?
¡Uy! tengo tantos defectos. El más tenaz…(risas)… ¿Cuál será? (más risas). Bueno, cuando me pongo brava puedo llegar a lastimar mucho con mis palabras, porque tengo un don con ellas, y eso puede ser un arma de doble filo.
Sí, mi mayor defecto es que a veces no sé decir las cosas. Eso es un trabajo en el que llevo mucho tiempo, antes era terrible, no me importaba además. Ahora me importa, entonces cuando siento que puedo lastimar… trato de detenerme. Cuando no lo logro, pido disculpas, ¡somos humanos!
¿Qué puede detonar esa agresividad?
El irrespeto. Por ejemplo en los espacios laborales a veces se presentan tensiones, como en una grabación o en una sesión de algo… no sé. Bueno hay unas ocasiones en las que se puede demostrar que se está molesto con respeto y eso es muy sano, pero hay un punto en el que se pasa esa línea tan delgada y aparece el irrespeto: palabras bruscas, groseras que nacen desde la rabia. Salgo a defenderme o a defender, pero siento que al final tampoco eso está bien, porque cuando te metes en la discusión con la cabeza caliente, no estas aportando nada. No estar a la defensiva cuesta mucho trabajo en un contexto como el nuestro. Pero la verdad es que no se siente bien hacerle daño a otra persona.
Gaby, ¿te sientes bella?
¡Si! ¡Por estos días sí! (risas). Obviamente hay momentos en los que como que no, pero siento que he encontrado una satisfacción conmigo misma. Aunque soy muy niña y me falta mucho por crecer, entender y aprender, he alcanzado un punto de satisfacción conmigo misma, con mi cuerpo, mi espíritu, mi pensamiento que se refleja en mi sonrisa y mi corazón. He aprendido a amarme incondicionalmente.
¿Alguna vez has tenido una experiencia en particular en la que te hayas sentido agredida como mujer?
¡Sí, varias! Una de ellas mientras estaba en una visita y mi bebe de tres meses en ese momento, lloró, tenía hambre. Yo quise alimentarlo y me encontré con que era una ofensa gravísima para algunos de los presentes. Me mandaron a un cuarto aparte, fue rarísimo… ese es un derecho fundamental de un bebé. Además no podía creer esa mojigatería. Ver con morbo un acto tan puro como amamantar a tu hijo… En fin, ese es el reflejo de una sociedad totalmente desconectada.
¿Qué es lo más transgresor que has hecho?
En el buen sentido… yo me la paso transgrediendo (risas).
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Una canción: ¿Una? (risas)…Dancing with the Moon, Balkan Beat Box
Un libro: Las mil y una noches
Un apodo que odiaste: Tachuela
¿Qué es la sexualidad? Florecer
¿El pudor? Miedo
¿La seguridad? Plenitud
¿La felicidad? Amor
¿Una mujer que admires? ¡Muchas! (risas). A mi mamá, y en general a las abuelas.
¿Un sabor? Ácido
¿Una frase? “Cambia de camino cuantas veces sea necesario”.
¿Una parte del cuerpo? Los labios
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¡Gracias Gaby! Por compartirnos tu música, tu alegría y tu humanidad.
@mygrlstory
*Fotografía de portada: Lina Martines. Archivo grupo La Perla