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SILVIE OJEDA #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA


¿Quién es Silvie?

Me gusta una frase de un libro que dice: “es muy difícil escribir sobre uno mismo, por eso yo prefiero hacerlo sobre una mesa” (risas). Es que realmente es muy difícil describirse uno y decir uno quién es. Siempre está como ese riesgo de sonar o petulante o “ah no entonces usted hace todo”, pasa mucho, ¿no? Pero digamos que yo soy una persona que cuando salió del colegio le costó mucho trabajo saber qué quería hacer porque todo le gustaba —a mi todo me gusta, bueno no todo, pero muchas cosas, no soy como mucha gente—. Mi hermano por ejemplo dijo: “voy a tocar batería, y voy a hacer el mejor tocando batería” y thats it. Él siempre fue tras ese sueño. Yo no, como que yo decía: “¿Arquitectura? Buenísimo, ¡delicioso ser arquitecta! Después Ciencia Política, ¡uy buenísimo! Antropología… ¡Delicioso!”. Fue muy difícil saber realmente qué quería ser.

¿A qué te dedicas actualmente?

He estudiado muchas cosas, en estos momentos puedo decir que soy una comunicadora, no de profesión porque no la estudié, pero en el ejercicio de hacer todos los productos de comunicación. Soy fotógrafa de profesión, estudié en Toronto, Canadá; luego hice fotografía cinematográfica en Buenos Aires, Argentina, de ahí mi interés por la realización audiovisual, el documental. Luego hice una maestría en edición y de ahí mi interés por la edición de contenidos de todo tipo: he editado revistas, libros, sitios web, he editado proyectos y seleccionado contenidos. Eso me ha dado una formación bien particular para hacer ciertas cosas. Tengo una facilidad nata para organizar, coordinar y gestionar, gracias a esto fundé Radio Mixticius —con Andrés Aceves— y han sido cinco años de coordinar el proyecto y hacer radio —algo que tampoco estudié— pero me he dado la pela de aprender. Ahora también estoy dictando un curso sobre radio online y cada vez que lo hago me sorprende cómo se creó todo ese conocimiento que no vino de ningún libro o clase sino del ejercicio práctico de hacerlo. Finalmente terminé haciendo de todo un poco, y seguiré, es algo inagotable, me gusta aprender y hacer cosas nuevas y diferentes.

¿Cómo llegaste al mundo de la radio y a fundar una emisora en línea?

Es un suceso absolutamente contingente, casi accidental. Andrés y yo tenemos una relación de pareja hace doce años, esta relación ha sido absolutamente nutrida por compartir sueños y hacer cosas. Nuestro primer proyecto se llamó “Desplazografías” (http://desplazografia.blogspot.com.co/) que era un ejercicio fotográfico de hacer viajes por tierra. Nos cuestionábamos el tema del viaje en avión, en donde en pocas horas o a veces menos estás en otro lugar y no te diste cuenta cuál fue la transición para llegar a ese lugar, o qué pasó en ese camino. Queríamos reivindicar los territorios y cómo estos van construyendo a las personas, a las comunidades y a las sociedades. Entre estos viajes hicimos uno por Colombia. Fuimos hasta Mompox, tomamos primero un camino, nos devolvimos por el otro e hicimos un registro de toda la experiencia. Después nos fuimos a Caracas al Foro Social Mundial, en búsqueda de inspiración. Por quién soy y por mi familia yo siempre he tenido un sesgo político muy fuerte —mi abuela fue la primera alcaldesa en Colombia, los hermanos de ella eran miembros del Partido Comunista, y mi padres fueron guerrilleros del ELN— así que en ese viaje yo buscaba también una forma de expresarme políticamente desde el arte. Por último viajamos desde Bogotá hasta Buenos Aires y allá nos quedamos estudiando. Estando allá, Andrés – quien siempre ha sido un melómano- empezó a despertar su interés por ser Dj, entonces empezó a experimentarlo en fiestas caseras, y así se dio cuenta que quería hacerlo como profesión. Ahí se fue a hacer un viaje de exploración musical por todo el litoral brasilero y yo empecé una serie de proyectos con comunidad desplazada en los Montes de María, en ese proceso compré un par de herramientas, entre esas una grabadora digital y comencé a documentar lo que estaba haciendo. Ahí descubrí el poder de grabar las voces, las conversaciones. Cuando Andrés llegó nos reunimos a hablar de todo lo que había encontrado en su viaje, y yo en mi proceso, y ahí pensé “qué interesante grabar esto y transmitirlo de alguna manera”, fue así como empezamos a hablar de hacer Podcast. Nos inventamos un blog que se llamaba “Movimiento resonante” donde podías encontrar podcasts, agenda cultural, artículos sobre arte, entre otras cosas. Ahí apareció Luis Guillot, que ya no hace parte de Radio Mixticius, pero que lo fue durante varios años, y él estaba estudiando radio en la Escuela de Telecomunicaciones así que tenía más claro el ejercicio radial. Después migramos el blog a la página actual, ellos hicieron el primer podcast, después yo hice otro, después otro, y así… Mi hermano es músico, así que todo ese parche siempre ha sido muy cercano a mí, por eso tenía acceso a muchas personas que estaban haciendo propuestas musicales muy interesantes. Empezamos entonces a invitarlos para hacer charlas y transmitirlas. Eso fue mutando hasta lo que tenemos hoy: una radio online que tiene 45.000 espectadores en el mundo.

Mencionaste a tu familia, ¿cómo fue crecer en ella?

¡Uy esa es una preguntaza! Como te decía, mi familia tiene un sesgo político muy fuerte. Mi abuela, María Susana Awad, totalmente liberal, fue la primera mujer alcaldesa en Colombia e hizo un trabajo político fuerte: ella gestó el voto político para las mujeres en el 56, las montó en buses y las llevó a las urnas. Esto permeó a mi familia quien siempre buscó un mundo más justo, siempre estuvieron muy llamados por la necesidad de cambiar el país. Mi papá llegó a Bogotá a estudiar a la Universidad Nacional, y estando ahí y siendo una persona muy inquieta políticamente logró conectarse con Camilo Torres —el cura guerrillero— y se unió a la revolución. Él llega a ser comandante del ELN. Mi madre, estudiante de sociología de la Universidad Bolivariana en Medellín, también se une a esa necesidad de cambiar el mundo y finalmente ingresa al ELN. Mis padres se conocen en el monte, se enamoran y tienen a mi hermano, y tiempo después nazco yo. Todo esto en medio de la clandestinidad.

Mi vida siempre ha sido diferente, cuando yo nací tenía otros apellidos, por ejemplo. Cuando mis papás lograron la amnistía y cambió la perspectiva de vida para ellos fue cuando me bautizaron. Fui una niña que creció escuchando de la guerrilla, de la izquierda, de muchas cosas que para mí eran normales, pero que con el tiempo me fui dando cuenta de que no era la realidad de todo el mundo, que no todos eran hijos de guerrilleros. Además estuvimos allanados, amenazados por los paramilitares. Fue una infancia con mucho corte político, de riesgos y de prejuicios. Mi papá siempre ha sido un hombre frentero, pero vivíamos con la incertidumbre de que lo mataran, al día de hoy pienso que fue un milagro que no pasara. Después de salir, mi padre ha sido muy critico con el ELN, con la lucha armada y con todo lo que pasó.

Y esa ha sido mi realidad, la de sentir y dolerse por un país que no pudimos cambiar, eso me ha marcado, por eso mi interés de trabajar con las comunidades, de estar en el territorio, por eso lo que soy y somos. Ahí es donde la vida tiene sentido para mí.

Cada quien decide cómo asumir su historia, y mucha gente con historias como la mía o parecidas, prefieren ocultarla. A mi me enseñaron a asumir la vida como es, así de frente. Hubo miles de veces que en el colegio se burlaron de mí, o me dijeron guerrillera, mil cosas. Por ejemplo: mis papás compraron un apartamento en La Nueva Santafé de Bogotá, un conjunto hecho por Rogelio Salmona con el BCH, que queda al final de la Candelaria, al lado del Archivo General. Yo crecí ahí y estudiaba en un colegio que quedaba por los cementerios del norte, un colegio pijo que nunca me gustó mucho, y por el sólo hecho de vivir en el centro yo era una amenaza para mis compañeros, había un tema de clasismo súper fuerte que yo tuve que aprender a asumir, pero que obviamente cuando estaba en sexto y tenía once años le decía a mi mamá “por favor mudémonos, pasémonos a Unicentro”. Con el tiempo fui construyendo a mis amigos, mi parche, que todavía sigue siéndolo, y fui enamorándome de La Candelaria, de todos sus lugares y cultura. Entonces mientras mis compañeros del colegio estaban en Unicentro, yo estaba en Mártires, hombro a hombro con la gente de Las Cruces o del Barrio Egipto. Cuando encontré esa riqueza fue como el hallazgo de un tesoro, y eso me ayudó a parármele firme a la gente del colegio, y poco a poco fueron entendiendo que yo era diferente. Yo creo que eso me construyó el carácter. También hubo gente clave mientras crecía, siempre estuve rodeada de personas de pensamiento izquierdoso, todos los amigos de mis papás lo eran. Ellos siempre me han inspirado porque me permitieron percibir la otra Colombia. Jaime Garzón por ejemplo, que pasaba con nosotros todos los domingos cuando él tenía 20 y yo 6 años. Todo eso me ha dado eso que llaman “firmeza” (risas).

¿Crees que ser mujer de alguna manera afectó (para bien o para mal) tu historia de vida?

¡Claro! Con el tiempo uno se va dando cuenta que ser mujer construye unas condiciones en Colombia y en el mundo. Yo recuerdo que una de las primeras cosas que a mí más rabia me daba era algo que pasaba con mi hermano: Yo crecí mucho más rápido que él y eso le generó un odio hacia mí durante muchos años. Recuerdo que cuando volvíamos del colegio, el bus nos dejaba en la calle 19 con carrera 4 y de ahí nos tocaba o caminar o coger una buseta hasta la casa. Como mi hermano me odiaba en ese momento, nos bajábamos del bus y no nos íbamos juntos —era como: ¡Cada cuál verá cómo llega!—. El acoso que yo sentía en la calle o en las busetas era muy fuerte, tenía 14 o 15 años, en uniforme, ¡era un acoso exagerado! Lo que me decían, cómo me miraban, el que me tocaba cuando me iba a bajar de la buseta, era algo de todos los días y era horrible, tanto que en un momento se lo conté a mi mamá y ella le dice a mi hermano que me acompañe, y cuando él me acompaña nadie me dice nada, entonces mi hermano dice que eso es falso. Ese fue el primer momento en el que me di cuenta de la sociedad en la que vivía. Yo le decía a mi mamá: “Mami si estoy con Pedro nadie me dice nada, pero si estoy sola es una mierda” y ella me decía “entonces ande con su hermano”. Pero, ¿por qué tengo que andar con un man que no me soporta para que no me la monten? Ese fue el primer contacto con “ser mujer es diferente que para los hombres ser hombres”. Luego tuve dos situaciones de acoso sexual en el colegio, por parte de profesores y en ambos casos siempre dudaron si yo estaba diciendo la verdad. Ahora, cuando hablo de eso y lo recuerdo pienso “si me pasó a mí que estaba en un colegio estrato 6 súper cuidada por mis padres, con una familia estable, ¿cómo será de ahí para abajo?”. He ido cayendo en cuenta de lo opresora que es la sociedad contra las mujeres y de lo fácil que es para los hombres asumir que eso no pasa, porque no lo viven y no les interesa hacerlo porque les cuesta salir de su privilegio. Mi hermano nunca pensó, me voy a ir detrás a ver si es cierto, siempre fue “eso no pasa y usted es una loca”. Empieza uno a vivir en un mundo que es para los hombres, y a darse cuenta que uno carga con un montón de ideas que lo hacen infeliz.

¿Cuál es la principal lección que has aprendido de todo esto?

Ser mujer me ha ido enseñando y me he vuelto muy critica, me he dado cuenta por ejemplo que el machismo es un sistema de creencias que nos jode a todos, a las mujeres y a los hombres, a ambos nos impone estándares. Son cosas que de pronto ya no cambiaremos porque ya vienen en la corteza cerebral, pero la idea es que para los que vienen sí pase. Para Emanuel, mi hijo, yo sí quisiera que él no sintiera que los hombres siempre tienen que estar conquistando, o que los hombres no pueden llorar. Por eso me he vuelto muy defensora del feminismo, he hecho el ejercicio de de-construir creencias machistas para mi vida y trato de explicarle —sobre todo a los hombres a mi alrededor— cómo podemos juntos cambiar la historia.

¿Qué es lo más lindo de ser mujer?

Para mí, las mujeres somos muy generosas, en términos de lo que damos en la vida, cómo nos entregamos al otro —al amigo, al hijo, a la sociedad, al trabajo, a los proyectos—. Siento que muchas veces los hombres siempre están buscando “qué hay ahí para mí, o cuál es la recompensa”, por el contrario nosotras hacemos las cosas por el gusto de hacerlas y esa es una de las cosas que más me confronta: tener que dosificar eso porque por lo general es malinterpretado. Por ejemplo, si yo conozco a alguien que me cae bien y un día tiene gripa, muy seguramente voy a decirle: “ven te preparo una limonada con jengibre, o te hago el desayuno…” ¡Por mero amor y conciencia del mundo! Sin importar si es hombre mujer, amigo, familiar. Tengo ese sentido de simplemente dar. Pero cuando lo hago, por lo general los hombres se sienten comprometidos a hacer algo o a tener que ser algo. A mí me toca dosificarme, pero a la vez me parece lo más bonito de ser mujer.

¿Reconoces lo masculino en ti?

¡Obvio! Todos tenemos una mezcla, y creo que el ejercicio es sanar nuestras feminidades y masculinidades y aceptarlas. Lo masculino que hay en mí es el interés de conquistar nuevos territorios, de siempre decir ¡Sí, yo puedo, hagámosle! También creo que es muy masculino el tema de tener roles de liderazgo en todos los espacios y es algo que también está muy presente en mí. Por eso es muy ilógico pensar que el machismo y el feminismo son opuestos, por el contrario: lo primero es un sistema de creencias —obsoleto y absurdo—, lo segundo es una ideología que busca salir de ese sistema.

¿Te sientes bella?

Pues… digamos que sí, en este momento siento que he logrado un equilibrio entre lo que para mí es ser bella y lo que la sociedad me exige como “ser bella”. Pero no fue siempre así, me he sentido horrible y excluida muchas veces. Me ha pasado que me he puesto toda la ropa y no me gusta lo que veo en el espejo. Creo que he sido floja en lograr quitarme los estándares de cómo debo ser, y me ha regido mucho el canon de belleza. La familia de mi mamá es paisa, con cánones de belleza muy establecidos, y en muchas ocasiones me hicieron sentir que yo tenía que trabajar para entrar en ese canon, hasta que en un momento decidí aceptarme y gustarme como soy, y en ese ejercicio fui encontrando las herramientas para construir lo que quería.

¿Qué mujer te inspira?

(Silencio)… Pues, a ver, ¡serían muchas! Es una pregunta difícil porque inevitablemente uno se ha conectado con diferentes mujeres. Hay dos escritoras que no las conozco como mujeres, pero que su obra —que es sobre mujeres— me ha movido la vida. Una de ellas es Ángeles Mastretta, mexicana, quien tiene una novela que se llama “Mujeres de ojos grandes”, que es una recopilación de historias de mujeres en México de principios del siglo pasado; tiene otra novela que se llama “Arráncame la vida” sobre una mujer a quien casan muy joven con un general y ella tiene que aprender a sentir placer. Para mí esas fueron letras inspiradoras porque lograron conectarme con lo que yo sentía que es ser mujer.

Luego está esta mujer que se llama Gioconda Belli que también es una escritora y tiene novelas sobre mujeres que han asumido roles masculinos por creencias. Es muy interesante, y eso me ha ayudado a construirme en términos de quién soy y cómo asumo la vida.

También las mujeres en la música me inspiran: Totó la Momposina, Delia Zapata, Teresita Gómez. Mujeres que han logrado transformaciones y cambios importantes.

Hay una mujer en Yurumanguí que se llama Dalia Mina que es una líder y es súper inspiradora, porque le ha tocado pararse por su pueblo frente a la guerrilla, frente a los paras. Una mujer con muy poca formación académica pero que ha ido hasta las cortes internacionales, ha sabido conectarse con su esencia. En su pueblo le llevan a las niñas jóvenes para que les hable de la planificación, la menstruación, de los proyectos de vida. Es increíble cómo en una ruralidad tan alejada hay una persona como ella, una sabia, de mucho poder. Ella me inspira en la lucha diaria.

Mi madre obviamente, es una mujer que ha sabido re imaginarse y reconstruirse mil veces, me enseñó con acciones que la felicidad no depende de que un hombre te ame y que me enseñó sobre el amor incondicional. Ella, que se ha fortalecido y se ha sabido sanar a ella misma. Y obviamente mi abuela, porque después de estudiar se reveló contra la sociedad y en lugar de ser mamá decidió ser gestora del voto femenino. Es una mujer que ha valorado mujeres, y que me enseñó eso: el amor al prójimo, la señora que te cocina no es más ni es menos, y se sienta en su mesa. Yo creo que uno puede seguir ahí eternamente (risas), pero a grandes rasgos esas son mis inspiraciones.

Una canción: “Soy pan, soy paz, soy más” – Piero

Un libro: La insoportable levedad del ser, Milan Kundera

Un apodo que odiaste: Barrigón Varela (risas)

¿Qué es la sexualidad? Un puerto seguro de amor propio

¿Qué es el pudor? El enemigo de la sexualidad

¿Qué es la seguridad? El lugar ideal utópico que no existe y donde todo está resuelto

¿Qué es la felicidad? El presente

Un sabor: Limón

Una frase: “Para que triunfe el mal sólo es necesario que los buenos no hagan nada”

Una parte del cuerpo: Las tetas (risas)

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Silvie, gracias infinitas por compartirnos tu visión del mundo.

@MyGrlStory

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