ELIZABETH GALLÓN DROSTE #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA
*Foto por: Catalina Palencia
¿Quién es Eli?
Es demasiado diversa y tiene demasiadas facetas, creo. Demasiado comunicadora y amiguera. Curiosa, eso la ha llevado a viajar un resto. Aprender de nuevos mundos y sonriente. Y muy visual y sensorial, por medio de lo visual trato de traducir y trasmitir mis emociones, mis investigaciones y mi vida en general. Hace 8 años me fui a Noruega a estudiar arte y a jugar fútbol, luego a Alemania, Portugal y volví a Berlín. En esos ires y venires, he conocido varias facetas mías a las que todavía me dedico: investigación, fotografía y gestión cultural. Durante este tiempo no he dejado de estudiar y es también lo que me ha llevado a varios despertares y descubrimientos.
¿Qué alimenta esa curiosidad?
La curiosidad es sobretodo una forma de conocerme. Cuando no estoy tranquila o tengo preguntas —es mi momento inconsciente— me voy a investigar. A conocer personas, sus biografías; creo que eso marca cómo ser feliz. Es una curiosidad ligada a ser libre: me libero de ataduras, tristezas, odios, de estar inconforme y puedo así conocer otras formas de vida que funcionan, por lo menos para mí.
Nos interesa tu biografía. ¿Cómo fue crecer en tu casa?
Soy hija única, siempre fue muy paradójico. Por un lado estaba aislada en casa con mis padres y mi perro (risitas), y por el otro lado tenía una familia muy grande, primos, tíos… Desde muy pequeña mis amigos y amigas se volvieron mis hermanxs. En ellos encontré mi familia. Desde los 12 años ya salía a la calle a ver qué encontraba. Muchas dualidades también creciendo en una familia con una fuerte influencia de Alemania viviendo en Colombia.
¿Con que valores fuiste criada?
Fue divertido, mi madre muy guerrera, trabajadora y ordenada: “Elizabeth haz esto o aquello” y al mismo tiempo dándome muchas alas, me mandaba a viajar sola desde muy pequeña. Y mi padre MUY rebelde, fotógrafo, un poco callejero y siempre apoyándome para desarrollarme como mujer. Mi mamá desde un lugar centrado y estructurado, y mi padre desde el libertinaje y al mismo tiempo desde los valores de la amistad, la familia y lo social. Mi papá siendo padre y esposo salió adelante de una fase muy difícil de su vida que tenía que ver con adicciones. Le admiro su sinceridad y fuerza. Conociendo esas dos partes empiezo a ser la mezcla de los dos. Mis padres siempre han trabajado en el ámbito social, reivindicando el campo, apoyando a las mujeres cabeza de familia y a los artesanos. A veces era difícil el contraste de estar en colegio privado donde todo tiene que ser “super cool y de marca” y en mi casa, sobretodo mi papá, imponiendo a no estar ligados al mercado, bastante anticapitalista. Les agradezco que a los 4 años me hayan metido a la Fundación Nueva Cultura para aprender de música colombiana en la Universidad Nacional, fue vivir dos mundos distintos. Aprendía de música colombiana los fines de semana, de los ritmos, a tocar tambor, y a conocer y compartir con gente poderosa. Es importante para mi tener esas dos partes de la balanza.
¿Qué hace Eli?
Además de perderme detrás del lente y en los paisajes, me encanta la producción y la gestión. Inventarme proyectos y unir mundos, en especial mi vida que he creado en Berlín con Colombia. Estos proyectos están ligados a contar historias/biografías, narrativas que tengan un sentido medioambiental y social por medio de lo artístico—no sé si político pero sí social—. De protesta, de no estar de acuerdo con injusticias. Mis investigaciones de campo las traduzco a lo audiovisual, he logrado fusionar estos dos ámbitos, en los cuales siempre termino haciendo gestión cultural creando espacios de dialogo para que los mensajes no se queden solo archivados.
También eres parte de Filmouflage. ¿Cómo te unes a este proyecto?
Filmouflage ya estaba andando en Berlín con Angélica Liv hace unos años y yo paralelamente estaba trabajando en un proyecto llamado “Sinfonía Trópico”, enfocado en proyectos de arte y medio ambiente entre Colombia y Alemania. Ahí estuve en la parte de producción y como artista —fue demasiado mágico porque pude enlazar los mundos de Colombia y Alemanía—. Luego, me invitaron a participar en una convocatoria de Filmouflage relacionada al medio ambiente y ahí entré a hacer parte. Ya había trabajado en festivales de Cine Independiente y Latinoamericano, entonces venía con experiencia. Trabajar con Angélica ha sido aprender demasiado, es una gran mujer. Creo que se unen dos puntos de vista diferentes que se complementan mucho. Ella es muy creativa, y yo vengo más desde las ciencias sociales. Estamos intentando unir esto para sensibilizar a mucha más gente; no solo artistas o investigadores.
¿Nos quieres contar de tu proyecto de investigación en Útica?
(Risitas) Bueno, me vine a hacer mi tesis de investigación de la maestría en estudios latinoamericanos y antropología visual. Decido hacerlo sobre Útica, lugar especial mi familia para mí, que era donde tenían la finca y el lugar de encuentro familiar desde 1957. Era porque las casas se las llevo el río y las avalanchas. Yo iba desde que nací. Es un lugar muy afectado por las avalanchas como ya lo mencioné. Volví a Útica después de 4 años, a hacer mi investigación sobre Memorias del Paisaje. Me gusta trabajar sobre memoria de territorio, entonces esta vez lo enfoqué en lo que significa este lugar para mí en relación con la realidad ambiental y político-social que vive el municipio hoy. Fue indagar sobre los recuerdos de antes y después de la avalancha, sobre si los habitantes quieren ser reubicados o no, el por qué… Era escarbar en la identidad de la gente con el territorio y en la mía propia. Ahí trabajé con material de archivo de mi familia, del pueblo.. Fue oír continuamente historias bellas. Mientras hacíamos entrevista con Diego Manrique, quién es parte del proyecto, nos preguntaron varias veces por qué estábamos ahí y yo contaba brevemente que mi finca había sido “La Giralda”, siempre me preguntaban por mi papá “Luis Javier Gallón - El Mono-” y nos terminaban regalaban papayas, contaban historias en relación a mi familia y anécdotas (risitas). Parte fundamental no era solo ir a investigar, me di cuenta de que el colegio —destruido por la avalancha— siempre había sido el símbolo de perseverancia y progreso. Es donde los chicos construyen su futuro. Les prometieron un colegio nuevo y 6 años después aún no existe. Estudian en cubículos en la vía del tren y un poco inconforme con esta situación les propuse que yo podría dar algunas clases arte relacionadas al medio ambiente. Dimos talleres de creación de culturas de paz y arte, en relación a identidad y territorio. No me quería llevar todo sino dejar algo a cambio. Fue una experiencia muy linda. Les propuse a mis parcerxs del Colectivo Atempo que hiciéramos un mural de la Diversidad en Útica, como lo habíamos venido haciendo con Sinfonía Trópico. Investigamos sobre las especies en vía de extinción y se reflejó, por medio de este, un poco de la historia y realidad de Útica, lugar que persevera y lucha así las condiciones no sean las mejores. Este mural se realizó en la estación de policía. Fue muy lindo que se logró establecer mucho diálogo, las personas pasaban y comentaban, estaban agradecidas y alegres con que llegara color a unos muros grises, y que la Policía llegara por medio de este proceso a la conclusión de que cultura se puede hacer todo el tiempo, no solo desde la institución. Fue bonito compartir con ellos. Fue cerrar una brecha creando juntos. Romper fronteras y aprender mutuamente.
¿Qué te deja investigar sobre memoria e identidad?
Cerrar ciclos. Con estas investigaciones y trabajos, creo que he podido sanar muchas cosas propias. Emociones encontradas, entenderlas, visualizarlas, sanarlas, verbalizarlas… La parte de la memoria la considero muy emocional… Está muy metida en las células. Es una sanación para mí, sobre todo. Como estoy lejos —en Berlín—, también es una reconexión con mis raíces, de donde vengo. Una necesidad de entender también el lugar remoto. No solo la parte familiar, sino las personas, las que habitan los territorios, los que venden la leche, los huevos… Conocer la realidad social de lo que pasa ahí. Si la casa existiera todavía y no se la hubiera llevado la avalancha, yo probablemente seguiría cómoda en la casa con piscina, pero esto me ha dado mucho más. Yo estaba yendo a ese lugar ahora con otro proposito. Es esa curiosidad, una necesidad de entender y entenderme.
¿Crees que el hecho de ser mujer ha repercutido en tu historia personal?
Siempre ha estado presente. Desde chiquita me sentía más masculina que femenina. Tanto en mi cuerpo como en mi forma de actuar. Me gustaba jugar fútbol, jugar con los niños, estar en el barro… Mi mamá quería ponerme vestido y yo me lo quitaba. Todo el tiempo la identidad “femenina” estuvo muy confrontada, me sentía muy tomboy. Esa actitud, marcó que yo pudiera salir joven de casa. A los 12 años mi papá me dejaba coger bus sola. El hecho de coger un bus y verme “tan chica” podía resultar en que me pasaran cosas feas, entonces era tener una actitud de saco con capucha, sin dejar ver que era mujer. Eso se empezó a modificar con el tiempo. Encontré mi lado femenino en la música, tocar tambor —aunque tocar tambor “era masculino” (risitas)— pero estar muy conectada con mi lado masculino me dio mucha fuerza para sobrevivir socialmente. No me gustaban los piropos, entonces no me arreglaba para evitarlos. Fue ya luego que ese lado femenino quería ser explotado.
¿Podrías definir lo femenino?
Lo femenino está en todo y socialmente se ha estereotipado mucho —la muñequita, el rosadito y esas vainas— haciendo que lo femenino quede en eso, en los estereotipos y sea anulado. Lo femenino lo veo más asociado a la sabiduría, la mística, mucha fuerza, empatía hacía el sufrimiento, el sentir —hacer tejidos—. Estas son algunas de las manifestaciones que por construcciones sociales, religiosas y culturales se pueden perder o pierden significado y que además si sólo se identifican con un cuerpo, hace que se creen todas estas dicotomías entre si la mujer debe ser igual al hombre… Crea muchos conflictos el hecho que no se reconozca lo femenino en lo masculino y viceversa. Me parece difícil definirlo, pero veo esas cosas desde mi experiencia de vida.
¿Qué es lo más difícil de ser mujer?
La justicia y los derechos. Tener que guerriarla demasiado por algo que está tan implícito en la vida. No poder ser lo que se es desde muy chiquita. Que me encasillen. Salirse de esos patrones es lo más difícil.
Nos contabas antes sobre un diplomado que estas haciendo…
El diplomado que estoy haciendo se llama “Teoría y Práctica en la construcción de Culturas de Paz” en la Corporación Otra Escuela. Yo no había estudiado en Colombia desde que salí del colegio, entonces tenía una necesidad de entender la situación de Colombia en relación a temas de conflicto y paz desde acá. Para mi el diplomado es mirarse. Para generar culturas de paz hay que empezar por uno mismo. Cómo entendemos desde nosotros los conceptos de: guerra, paz, conflicto, enemigo, amigo… Wow, ha sido muy muy lindo. Es pasar por el cuerpo todas estas experiencias, por medio del juego y la creatividad. Un ejercicio que me marcó fue jugar con los símbolos: cuáles nos rodean en el espacio constantemente y nos confrontan. Casi siempre son un “NO”, entonces era repensar esos símbolos. Mi propuesta fue una reconciliación con el campo a través de la hoja de coca y el maíz… En Útica por ejemplo, los cursos que dimos los aprendí en este diplomado. Todos son ejercicios a través del juego, los cuales yo combiné para trabajar y reconocer temas de territorio e identidad. Volver a jugar es fundamental, no porque “seamos grandes” no podemos jugar, es más que necesario, se sanan muchas cosas. El cuerpo tiene mucha memoria y hay que mover esas energías: danza, música, teatro… En el juego lo políticamente correcto se desvanece.
¿Qué es lo que más te gusta de ti misma?
La curiosidad, esas ganas de conocer muchos mundos y realidades. Dejarme sorprender por tantas cosas lindas que pasan todo el tiempo y ser juguetona y buscar la diversión, creo que esa es mi medicina.
¿Tienes un lado oscuro?
Un resto (risas). Sobretodo el despertar. Aunque tenga mucha energía de vida, me cuesta despertar. Me cuesta mucho dormirme. Soy muy activa y búho en la noche. En el despertar me dan muchas depresiones, tristezas, dolores, que salen a primera hora de la mañana y eso es algo con lo que tengo que trabajar. Mirar qué pasa ahí. Y tengo tantas ganas de hacer cosas, que a veces me cargo de muchos deseos y dejo de oírme en cosas más íntimas.
¿Qué te emputa?
Uy, la injusticia. Acabo de llegar del paro de los profesores y me emputa que no les paguen bien, que hayan platas y las gasten mal, que haya comida y haya hambre, el desplazamiento… Ese tipo de cosas estúpidamente injustas.
¿Crees que hayan cosas que se puedan hacer para minimizar las injusticias?
Sí. Una cosa es la empatía y la compasión. Si todo el tiempo estoy concentrada solo en lo que me pasa a mí, no me doy cuenta de todas las realidades que hay. Hay que ver al de al lado, al vecino. De esa forma se mejoran muchas cosas. Si puedo dar algo a quien necesita, ¿por qué no hacerlo? No es ponerse los zapatos del otro, pero sí tener empatía con su realidad. Cambia todo no imponer la realidad de uno sobre el otro.
¿Quién te inspira?
Mi mamá, mi papá y mi abuela. Diana Droste, muy dulce, toda una guerrera y paciente, y mi abuela Oliva Giraldo, pintora, con una sabiduría muy áspera. Ellas se opusieron a muchas cosas como mujeres para poder alcanzar sus sueños en esta sociedad. Muy poderosas. Y mi padre, Luis Javier Gallón, que ha sido muy valiente siento rebelde y oponiéndose al sistema, con una perseverancia para salir adelante, siempre extendiendo la mano y siendo el mejor amigo.
¿Cuál es tu reto más grande hoy?
Disciplina. Hay mucha perseverancia y fuerza, pero por estar con deseos de estar en tantas cosas, una virtud se convierte en una debilidad. Ser constante en las cosas. Viviendo a la deriva y picando en tantos sueños, ha hecho que sea un poco difusa.
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Una canción Enjoy, Bjork
Un libro Virus Tropical, Power Paola
Un apodo que odiaste “La gordi”
¿Qué es la sexualidad? Una delicia
¿El pudor? Un miedo
¿El aborto? Parte de mí
¿La seguridad? Fertilidad
¿La Memoria? Nostalgia
¿La religión? Necesidad de conexión espiritual muy moralista
¿La política? Desilusión
Un sabor Maracuyá
Una parte del cuerpo Los ojos
Una frase “Lo que sale del corazón llega al corazón” (Le salió en una galleta de la fortuna)
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Sigue su proyecto en: https://www.egdproject.com/
Gracias Eli, eres mucho aire fresco.
@MyGrlStory