Mi primera vez encima de él
Las primeras veces siempre terminan siendo el fiasco que esperábamos contrarrestar con el esfuerzo arrecho de probar nuestra valentía ante algo novedoso. Apasionadas nos desnudamos ante nosotras mismas, en espera de encontrar en ÉL las caricias que —según lo que nos ha vendido esta sociedad binarista para todo— deben ser aterradoramente amorosas, caballerescas y varoniles; extraídas tal cual de un cuento de hadas donde el príncipe azul jamás se convierte en un sapo feo, adiposo y chiquito, al que podríamos aplastar fácilmente con nuestro tacón 7cm. Y así vamos hacia ese primer encuentro, ilusionadas, esperanzadas… Con la actitud de quien espera salir de allí trasformada en la princesa de aquel reino de ilusiones, reino que se destruye una vez ha sido destruido el himen en un acto que no termina teniendo nada qué ver con el placer, ni la sensualidad y en cambio sí, como un ventarrón que arrebata a la fuerza las cerraduras de un portón de oro y cristales dejando al descubierto el preciado tesoro que hay en su interior, este acto nos invita al vulnerable y oscuro mundo del “pecado” del cual jamás seremos libradas. ¡Ni Dios lo quiera!
A decir verdad esta primera vez la recuerdo a tientas, ya ni existe en mi memoria más próxima. Como toda primera vez el tiempo se apodera de ella relegándola al lindo recuerdo de eso: la de ser una primera experiencia, el acercamiento primogénito hacia algo o alguien que antes era desconocido y ahora se ha transformado en la misma cotidianidad que no es más que la unión infinita de cientos de primeras veces que ya no son solo eso sino algo más. ¿Pero que es ese “algo más”? Costumbre, deseo, placer, felicidad, ganas o adicciones imposibles de abandonar. Como lo fue con él.
Mi primera vez encima de él fue en algún atardecer de 2014 en las lindas playas de Pradomar aquellas… En un Foam board nada más y nada menos que traído de los Yunais; nuestro encuentro se hizo cada vez menos placentero y por ello más adictivo, ahora lo entiendo. Tengo leves lapsos de instantes de una niña aprendiz navegando en ese mar bañado por el Río Magdalena, lleno de corrientes hostigantes y olas dispersas, inconclusas, de mediano tamaño que en aquel entonces veía como depredadoras de esta sirenita que apenas entendía cómo levantarse remando a veces directo desde el espolón hacia ellas, y otras, atravesando "El Bolsillo" para hacer de la aventura algo más extremo, más aterrador, sino que lo digan mis queridos compañeros, los que gritaban y aún lo hacen —ya no estos sino otros que me ha traído el agua y la sal— desde todas las direcciones palabras de aliento, tips para hacer de esto del surfing algo más fácil. De seguro hubo más de un Wipeout, momentos que se salieron un poco de control, surfers que me pudieron haber mirado con ganas de gritarme: ¡¡¡KOOK!!! Y al final de la sesión quizá una ola orillera que me dio la sensación de regresar a aquel reino apasionado lleno de ilusiones donde mi príncipe salino me despedía consentidamente luego de destruir en mí completamente el himen que le abriría las puertas de mi vida.
El bolsillo, playas de Pradomar
Foto: Jonathan Coronado
Fue así como empezó todo con él, como siempre inicia todo, con encuentros inesperados e inconclusos que necesitan de posteriores encuentros para ser solucionados o en su defecto para seguir estando en ese mismo Estado. Lo que en esta relación se reduce a: tener la convicción cada mañana al abrir los ojos de tomar ese camino que tiene como único destino el Mar, siempre el mar. Y sus olas de todos los tamaños y colores y alrededor de ellas paisajes indescriptibles, junto a experiencias únicas que solo estando allí a la intemperie de la infinitud de esas aguas se pueden entender. Han pasado más de dos años y es curioso sentir cada día que estoy encima de él como si fuese la primera vez, tal vez porque lo veo en él, en su naturaleza veo el cambio y su transformación diaria que me invita a transformar mi percepción de su color de piel, sus movimientos, sus tamaños; todo en él es diferente es como si estuviera experimentando aquella primera vez con un amante diferente cada amanecer. Bueno, en realidad él es un amante diferente cada que lo que visito y les debo admitir chicas, que hasta el momento el mejor amante que ha pasado por este cuerpo, sin restricciones ha podido navegar tranquilo por estos mares que ahora soy yo porque hasta eso hizo en mí; me convirtió en él, me hizo parte intrínseca de él, hablaba en serio cuando les decía lo de ser una Sirenita y lo digo en diminutivo porque todo en diminutivo suena más tierno y romántico y aquí lo único que existe es un amor incontrolable y obsesivo, algo que a sus ojos podría parecer de mi parte como una stalker que sigue descontroladamente a su más preciado objetivo. Estando las cosas así, él es mi objetivo, mi primera vez, mi cotidianidad, al único que se le permite seguir atravesando los causes de esta belleza sexual y sensual que se entrega a su príncipe que a veces también es un sapo cuando no lo tolero, cuando él no me tolera y me saca de un tirón de su existencia.
¡Ay…! (Suspiro).
Aquella primera vez encima tuyo, único momento donde sin pretenderlo renací. Ahora dime, dime algo Mar, dime algo que me lleve a pensar en estos otros sapos que se acercan cada tanto y que no son tú, algo que valga la pena abandonar la profundidad de tu ser para habitar en otras cuencas donde las olas se han extinguido y solo quedan soles que vienen cada mañana a iluminar para luego desaparecer con la luna de la noche. En fin… esos ahora no importan contigo me quedo, decido por ti y los silencios que junto a tus difuminados paisajes son los únicos que responden a ciencia cierta que ahora no hay espera, no hay sapos, no hay nada. Solo estamos tú y yo y por supuesto, nuestra primera vez vuelta costumbre, aquel primer polvo de antaño apasionado que siento lejano y al cual irreversiblemente tengo que volver cada mañana para saciar mis ganas.
Así están las cosas compañeras de lucha... A ustedes que como yo nos proponemos combatir la escasa mano de obra que últimamente no colabora a la causa del desorbitante deseo erótico de estos cuerpos femeninos a los que ya nadie es capaz de echarles cuento, les propongo un trato de sororidad como muestra de humildad: Un viaje apasionado navegando sin miedo los lugares más recónditos de este ser, sus profundidades y sus extremidades, saborearlo todo, respirarlo todo, acariciarlo y besarlo hasta cuando ya no demos más y descubramos los límites de nuestros cuerpos —si es que existen.
Y así son las cosas con él… Así son las cosas cuando hablamos de la feminidad y por supuesto de él porque seamos francas: ¿Qué haría yo sin él, qué haría él sin mí? ¿Qué sería de nuestra existencia sin esta relación llena de contradicciones? Qué sería….