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MATILDA GONZÁLEZ GIL #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA


¿Quién es Matilda González?

¡Qué pregunta tan difícil! (risas) O sea, no tengo ni idea quién es Matilda González.

Creo que en general soy una persona muy apasionada. Esto tiene que ver con un lado muy sensible y creativo, creo yo, pero eso también tiene otro lado y es que puedo llegar a ser egocéntrica.

¿Cómo fue tu infancia?

Mi infancia, MMM… Yo soy de Manizales. Manizales es una ciudad súper “paisa” entonces es muy conservadora con todo lo que está relacionado con las libertades personales, es decir, con sexo, con drogas, con todo… y tiene unos roles de género muy estrictos, desde los colegios. Creo que mi infancia estuvo marcada por eso, aunque siempre me llevaba bien con la gente de mi salón. En el colegio yo era la que siempre hacía la coreografía… Yo era del grupo que se sentaba a decir ideas chistosas… yo creo que pasé muy rico (risas). Aunque también fui muy rebelde durante mi infancia y adolescencia. En el colegio me mandaban para donde la psicóloga para hablarme sobre lo que significaba ser una líder negativa; me hablaban de Hitler y de Mussolini y después me hablaban sobre líderes positivos, para explicarme que no podía ser una líder tan negativa, porque siempre en las clases de religión nos volábamos por la ventana o no sé, siempre había cosas de rebeldía.

¿Para ti qué significa ser una persona trans?

Hace poquito estaba pensando en eso; creo que las fórmulas que tenemos en este momento para definir “Personas trans” son fórmulas políticas que tienen fines estratégicos súper específicos y muchas veces no se tiene en cuenta la parte emocional o sentimental de qué significa ser trans.

En mi última columna de Vice, que es sobre la nostalgia y cómo la nostalgia para mí implica un poco la experiencia de lo que significa ser trans, hay una autora que dice que ser trans significa: “Dar un paso a una frontera desde un lugar no escogido” y lo que yo sentía un poco con la nostalgia era algo parecido. A uno siempre le dicen que ser trans es un “man que quiere ser vieja”; alguien que está triste en el presente, que ve la fantasía de la felicidad en el futuro, entonces es: “Si me vuelvo mujer, voy a ser feliz”. Como que la felicidad está en el futuro, ¿sí? Pero yo sentía que la experiencia de las personas trans, con esta idea del punto de partida no escogido, era más parecida a un exilio. Es decir, cuando tú naces hay unos cuerpos que la cultura ha dicho que son mujeres y otros que son hombres, entonces con mi cuerpo dijeron: "Tú eres hombre" y en ese sentido eso significó para mí —y tal vez para otras personas trans que se sienten igual— como un exilio de lo que tú verdaderamente eres, como la negación de eso que tú eres en realidad.

La nostalgia me ayudó a entenderme mejor, como por ejemplo la primera vez que estuve en una marcha LGBT. Ese día me trepé: me puse la peluca, los tacones etc. y al otro día, justo cuando llegaba la madrugada, fue un momento horrible porque era como dejar de vivir eso. Al otro día, me sentía feliz por el pasado, pero inapetente por el presente.

¿Cómo fue el proceso de reconocerte como una persona trans y la construcción de tu identidad?

Me acuerdo que cuando yo estaba viviendo eso, me parecía súper rara la narrativa que existía de nacer en el cuerpo equivocado; nunca sentí eso, es decir, nunca odié mi cuerpo. También sentía que es imposible sentirse mujer, tú te sientes bien, te sientes mal o te sientes triste, pero si yo te pregunto a ti cómo se siente ser mujer, es decir, no tengo ni idea eso qué significa, porque no es una emoción ni un sentimiento. Entonces para mí fue experimentar, fue algo súper progresivo; como una camiseta grande, después pantalones pegados, después ir a las marchas… Fue como ir probando en qué lugar era el que me sentía cómoda.

En una marcha LGBT me acuerdo que fue la primera vez que le dije a mis amigas: ¡Bueno, trépenme pero que quede súper regia! Y ahí me sentí súper bien, todo se sentía más rico ahí: bailar era más rico, tomar era más rico, coquetear era más chévere…

Entonces, ¿tu proceso de construcción de identidad fue ligado a ese proceso de reconocerte como una persona trans o desde el principio estuvo contigo?

Hay un montón de preguntas que me parecen difíciles de responder, pero que creo que a cualquiera se le haría difícil responderlas. Como cuando a las personas trans les preguntan, ¿cuándo se sintió identificada como una mujer? Pareciera que tenemos que tener una respuesta casi libreteada y lo tenemos que tener muy claro porque es la forma en la cual el sistema legal o el sistema de salud nos cree que somos "de verdad mujeres u hombres", pero si tú te pones a ver eso no se lo preguntan a las personas que no son trans. Si le preguntas a una persona que no es trans desde cuándo se empezó a identificar como mujer o como hombre, tampoco la van a tener tan clara.

Yo creo que más bien lo que uno sí identifica, en general, es un malestar de imposición: a mí por qué me están imponiendo esto que a mí no me gusta. Y de eso sí me acuerdo que lo sentía desde muy chiquita, pero al mismo tiempo lo bloqueaba porque creía que eran bobadas, hasta cuando llegué a la universidad. El feminismo me ayudó mucho porque comencé a meter clases y tomé una opción (que al fin no me dieron el diploma, pero vi las materias [risas]) en Estudios Críticos de Género y Sexualidad. Me sirvió mucho porque esos estudios permitían la existencia de intermedios, no solo hombre y mujer sino también la posibilidad de no ser ninguno de los dos como por ejemplo los estudios queer. Esto producía un lugar de comodidad, de “no tengo que escoger”, si algo me parece chévere me lo pongo, pero eso no quiere decir nada de mí necesariamente… eso fue como a los 19 años y como a los 21, 22, ya me empecé a reconocer como una persona trans.

Luego me fui para los Estados Unidos con una beca de maestría. Esa independencia me quitó muchos miedos, o bueno, me ayudó a enfrentarlos; no dependía económicamente de nadie y una vez allí comencé a tomar hormonas. Aunque desde antes ya lo hacía, lo que yo creo es que uno pierde los miedos y las posibilidades de ser allá. Porque acá en Colombia iba donde médicos y eran como: “Pero, ¿sí está segura?” Y cuando llegué a Estados Unidos fue la primera vez que existía la posibilidad en serio de tomar hormonas tranquilamente, sin ir al psiquiatra. Entonces todo eso hizo parte del proceso.

¿Qué papel ha jugado tu familia en este proceso?

Mi familia se ha portado súper bien, desde siempre me han apoyado. Siento que, como para todas las familias, es algo progresivo. Es decir, si algunas personas trans se demoran tanto en identificarse a sí mismas, en salir del closet, en aceptarse, pues la familia también tiene procesos de negación. Además lo que creo que siempre ha estado y ha ayudado durante todo el proceso, ha sido la buena voluntad. Hace poquito le dije a mi abuelita que soy trans y ella todavía no entiende del todo; ella dice: “me parece linda la palabra”.

Actualmente, ¿a qué te dedicas?

Ahora soy consultora independiente de Derechos Humanos. Lo que más hago son consultorías, conferencias o charlas sobre derechos de las personas trans o personas LGBT con un componente muy fuerte en identidad de género, donde creo que hay más vacíos. A veces hablo en paneles académicos, a veces en empresas explicando la diferencia entre orientación sexual e identidad de género y también tengo dos columnas, una en Vice Colombia y la otra en Cromos. No sé si todo esto es un "trabajo", pero hacen parte de mi proyecto político de poner los temas sobre la mesa, hablar del tema.

¿Cuál es tu lucha?

Mi lucha tiene que ver mucho con escuchar y ser muy sincera con las emociones; con identificar por qué las personas trans nos sentimos tan mal tantas veces al día. Pero, al mismo tiempo, cuestionar por qué no estamos politizando esos momentos, sino que los naturalizamos. Por ejemplo, si el portero me dijo “él”, a mí se me daña el día y no es porque yo sea muy débil y me importe lo que piense, sino porque hay un problema mayor y estructural que me hace sentir más mal que el resto de personas que no son trans. Sentirme mal es injusto. En ese sentido, siento que mi lucha es una lucha feminista, porque parte de lo que es personal es político.

Al mismo tiempo pienso que lo que me gustaría hacer ahora es súper difícil porque en las organizaciones LGBT no es fácil tener agenda trans. Las agendas que se priorizan ahora en términos de derechos de las personas trans son aquellas que hablan de la identidad. Pero también hay que hablar de sistema carcelario, de injusticia económica, de trabajo sexual, en otras palabras es también una lucha por la redistribución, y en esa dirección no hemos tomado pasos concretos.

¿Qué estrategias les das a las personas trans para enfrentar la Transfobia?

Varias. Uno mira la expresión “Furia travesti” y se da cuenta que es una forma en la cual el movimiento trans ha politizado la frustración: esa rabia que muchas veces no sabemos qué hacer con ella. Muchas veces, la utilizamos en contra nuestra y la naturalizamos y decimos “Me tengo que relajar, así es el mundo, que le vamos a hacer”. Cuando en realidad es una emoción que puede ser aprovechada de forma constructiva.

Entonces lo primero es aprender que esa rabia que uno siente, no está mal. No hay que sentirse culpable por sentir esa rabia, porque finalmente no es culpa de nosotros que la transfobia exista, pero al mismo tiempo hay que pensar en cómo aprovechar esa rabia de forma estratégica. Porque muchas veces uno puede decir: “Bueno, respondo de cierta forma, pero las consecuencias pueden ser muy graves, me arriesgo a perder el trabajo o el estudio” y lo que creo que nos falta hacer es aprender a canalizar esa rabia en mejores estrategias tanto en nuestra vida personal, como en nuestro activismo político, para que esa rabia se convierta en cambios concretos en el mundo que queremos y soñamos.

Hablando un poquito del amor y teniendo en cuenta el contexto cultural en el que hemos crecido, ¿cómo vive una persona trans el amor?

Yo creo que uno puede hablar de diferentes amores. Por un lado está el amor propio, que creo que es eso que finalmente hablábamos antes sobre el exilio, y es que nos enseñan a odiar nuestro cuerpo toda la vida. Inclusive cuando uno va donde el psiquiatra o donde el médico por las hormonas, la definición que ponen es: Gente que no le gusta su cuerpo y quiere ser otra cosa que no es. Eso genera un efecto secundario y es que tú empiezas a odiar tu cuerpo; creo que ahí hay una primera dimensión que tiene que ver con la autoestima y el amor propio... ese amor nos lo niegan desde muy temprano.

Hay otra dimensión y es que las personas trans son puestas en los medios de comunicación y en las películas como monstruos o como personas chistosas o como de la persona de la que uno se burla si el amigo se metió con ella, como que en últimas las trans son feas.

Hay una frase de una activista trans argentina que se llama Lohana Berkins que dice: “Estoy segura de que el motor para cambiar el mundo es el amor que nos negaron” y yo creo que eso marca la segunda parte. A las personas trans les niegan el amor desde muy temprano, en su casa les da vergüenza de que sean trans, entonces niegan amarlas como son o las echan de la casa. Hay una negación del amor y al mismo tiempo no pueden tener relaciones públicas con nadie porque a esas personas les hacen sentir vergüenza y culpa por sentirse atraídas por nosotras y de esa manera eso también tiene como resultado que se nos niegue el amor de pareja.

Si tú ves el hilo conductor de las dos historias es, por un lado, que si las personas trans por ser trans reciben más violencia en sus entornos familiares, posiblemente van a naturalizar más la violencia en sus relaciones interpersonales, con sus parejas íntimas. Y por otra parte, la vergüenza que sienten las familias porque sus hijos o hijas sean trans, también se termina naturalizando. Ejemplo, “No, no le cuente a la tía porque se infarta” y uno termina naturalizando que está bien que a uno lo escondan, que está bien que lo traten como hombre en público. Hay un montón de cosas que no están bien, pero que uno termina naturalizando y eso también se ve con las parejas que le dicen a uno “Te amo, pero no te voy a presentar a mis papás porque para mí es muy difícil”.

Finalmente, es sentir que las personas trans no están en el centro del debate y que deben priorizar las emociones del resto primero que las de ellas mismas. No importa que a ti te haga daño, que tu familia te nombre en masculino, sino que tú te tienes que aguantar eso por el bien de la familia. Esto pasa también con las parejas. “No, pobrecito es que para él es muy duro”, pero para ti también. Es como si hubiera que sacrificarse por el amor y eso es injusto y violento.

¿Cuál ha sido tu mayor reto?

Mi mayor reto siempre ha sido y será organizarme, tener Plan A, Plan B, Plan C. Me hace falta organizar mejor mi plan de vida. No ser tan soñadora, no ver tanto hacia el futuro, sino pensar en cómo llegar a él.

¿Qué es lo que más te gusta de ti misma?

Me gusta mi estilo, me gusta mucho mi estilo.

¿Te sientes bella?

Yo creo que sí, pero mis acciones en el mundo dirían que no. Yo siento que no tengo problemas de autoestima, yo me siento regia, divina. Ser trans también me parece lindo, pero creo que mis acciones, la forma como reacciono, por ejemplo con los hombres, no muestran un buen nivel de autoestima. Entonces no solamente soy yo, sino la forma como me relaciono con la gente, afecta la forma en cómo me percibo.

¿Cómo ha sido tu construcción de amor propio?

Yo creo que para mí fue muy importante conocer a activistas trans y conocer el feminismo, porque creo que hay una narrativa súper trillada de la trans víctima que nació en el cuerpo equivocado y para lograr sus sueños debe operarse, algo que es melodramático y de odiar el propio cuerpo. Entonces digamos que me sirvió mucho tener al feminismo y a activistas trans en mi vida que me cambiaran esa noción.

Lohana Berkins fue muy importante en mi vida porque ella habla de la identidad travesti. La identidad travesti para ella, en Latinoamérica, implica una reivindicación de que tú puedes ser mujer teniendo pene y, de alguna forma, con esa formulación del concepto me sentí identificada. No entendía porque para ser mujer se requería cirugías o hacerse mil cosas, entonces creo que fue muy político. Primero fue una fase política de entender que era incorrecto que la cultura dijera que las trans eramos feas, cuestionarse el discurso público. La segunda parte fue aprender a aplicar eso en mi vida, es decir, a preguntarme en mi cotidianidad ¿por qué tengo yo que esconder que soy trans?.

También me sirvió mucho mi guilty pleasure, la moda (risas) porque me ayudó a jugar con cosas, combinar pintas ayuda también a construir tu propia identidad, sentirte cómoda y sentirte regia.

¿Alguna mujer que admires?

Varias. Lohana Berkins, Andrea Echeverri de Aterciopelados; Andrea Parra, la admiro hartísimo.

¿Un suceso que haya marcado tu vida?

Haber vivido en Estados Unidos y ganarme la beca porque eso fue lo que permitió las condiciones que hicieron posible que yo me arriesgara y diera el paso de tomar hormonas.

¿Qué le dirías a la Mati de hace diez años?

Le diría que no fuera tan complaciente. Uno a los 17 años es una persona muy insegura a la que le importa mucho el qué dirán, está preocupada en cómo agradarle a la gente, cómo complacer a la gente con lo que uno es y eso resulta ser muy dañino; porque es una época crucial para uno conocerse, identificarse y construirse, entonces le diría eso: que no fuera tan complaciente.

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Dale play

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Una canción: Maligno, Aterciopelados.

Un libro: Lo que no tiene nombre, Piedad Bonet.

Un apodo que odiaste: Cuando estaba en el colegio decían que yo era el “amiguito gay” de mis amigas.

¿Qué es la sexualidad? Es todo.

¿Qué es el pudor? Una herramienta de opresión.

¿Qué es el aborto? Un derecho que deben tener todas las personas que tengan la capacidad de embarazarse, mujeres y hombres trans.

¿Qué es la seguridad? Es cuando haya justicia social.

¿Qué es la felicidad? Una obligación que hay que comenzar a cuestionar. No tenemos por qué estar felices siempre.

¿Qué es la religión? Uno de muchos regímenes.

¿Qué es la política? Lo personal.

¿Un sabor? Helado de chocolate.

¿Una frase? “Estoy convencida de que el motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo”. Lohana Berkins.

¿Una parte del cuerpo? El pene de mujer.

¿Qué te enamora? El humor.

Puedes leer los artículos de Matilda en:

- Furia Travesti – Vice Colombia

- Mujeres reales – Artículo Cromos

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Gracias infinitas Mati por compartirnos tu historia y permitirnos compartir todos los aprendizajes adquiridos en tu lucha. Te apoyamos y te admiramos. ¡Furia Travesti!

@Mygrlstory

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