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NINA CRUMP #BOLDWOMAN #TODOPODEROSA


¿Quién es Nina?

Soy una mujer en la búsqueda de su espacio en este planeta porque a veces me siento muy diferente de las personas. He sentido a lo largo de mi vida que soy, un poco, una oveja negra. El hecho de sentirme tan distinta me lleva a cuestionarme sobre la validez de las cosas que me gustan y que quiero hacer.

Soy francocolombiana, hija de una mamá mitad francesa mitad colombiana, y un papá colombiano. Vengo de una casa artística, muy centrada en el arte, la arquitectura, el diseño, la música, entonces toda mi vida he estado empapada por eso. Tengo una hermana mayor, Diana, con quien me llevo muy bien y adoro, ella es diseñadora, y eso también ha sido raro porque el camino que escogí es muy distinto al de mi familia. Siento que dentro de lo que hago hay mucha creatividad pero distinta.

¿En qué te sientes tan distinta?

Yo nací en Bogotá y viví ahí hasta los tres años y de ahí me fui a vivir a Francia con mis papás. Cuando llegué a Francia yo era la colombiana y hablaba en español con mi papá y eso ya me hacía diferente y tenía obviamente unos puntos de referencia distintos a los de mi clase. Luego cuando tenía 7 años nos devolvimos a Colombia y al devolverme era la francesa, me vestía distinto, hablaba distinto… Y bueno, después también estuve en situaciones en las que todos mis amigos querían ser economistas, administradores, ingenieros y yo no sabía muy bien que quería ser, al principio quería estudiar literatura y estaba muy convencida de eso pero una de mis profesoras, una de las que más admiraba, me dijo que no estudiara literatura porque para hacerlo había que ser súper talentoso y que yo no lo era. Me dijo que estudiara algo más serio, que estudiara derecho, entonces tomé la decisión de estudiar derecho y no me apasionó pero me gustó. En el ámbito del derecho yo soy demasiado, ¿cómo decirlo?, no soy tan cuadriculada como los abogados, pero si me voy al ámbito de los literatos y escritores tampoco soy tan fluida, entonces no sé… (risas) siento que es algo que he aprendido a apreciar, antes me costaba un montón no encajar en una categoría y ahora lo disfruto.

¿Cómo fue crecer en tu casa?

Desde pequeña he sentido que mis papas son muy diferentes a los de mis amigos, son mucho menos conservadores en sus profesiones, en sus ideales, y eso a veces me confundía pero con el paso del tiempo lo empecé a valorar un montón. También mi hermana y yo somos muy cercanas, y creo que las dos hemos compartido esa sensación de ser diferentes a las otras personas. Y bueno, fue a veces difícil pero también hoy en día creo que de las cosas que más me gustan son mi casa y mi familia porque siento que es un ámbito muy creativo y de mucha riqueza humana. A mi mamá le encanta cocinar, a mi papá le encanta la música entonces muchas veces está tocando piano, y mi mamá, por su parte, está cocinando un gran platillo con mucho esfuerzo. Todo eso es algo que hoy en día aprecio mucho y que me hace mucha falta.

¿Cuéntame de tu trabajo y cómo encaminaste tu carrera para trabajar en construcción para la paz desde el enfoque de género.

Yo empecé a estudiar Derecho en Francia, después me di cuenta de que quería hacer mi proyecto de vida en Colombia por eso me fui de intercambio un año en los Andes. Después de graduarme del pregrado en Derecho, hice una práctica en las Naciones Unidas en Nueva York y ese fue el punto de quiebre para mí porque hasta ese momento no tenía del todo claro si quería ejercer derecho y ser abogada. Cuando hice esta práctica para mí fue supremamente frustrante darme cuenta que dentro de ese mundo político hay unos juegos de poderes muy fuertes y de alguna manera no prima lo que es mejor y da los mejores resultados sino un poco las decisiones de esos agentes de poder. Entonces muchas veces por ejemplo, dentro de 6 meses que trabajé allá yo era la que transcribía las resoluciones, y en 6 meses tuvimos tal vez 3 reuniones a la semana, todas las semanas, y nunca se llegó a ningún acuerdo para pasar esas resoluciones porque siempre se oponían los países poderosos como China, Estados Unidos y eso me generó mucha frustración. Ver que existían las ideas, los medios para ejecutarlas pero no la voluntad. Sumado a eso, el año en que yo trabajé como practicante allá tuve el privilegio de asistir a la Asamblea General y ese año el tema era si se reconocía Palestina como un Estado. Y también me impresionó mucho como había una mayoría que opinaban unas cosas pero como estaba el veto de Estados Unidos, pues se cayó toda la propuesta. Me impresionó esa inercia y esa imposibilidad, y nada cambia… es como un elefante administrativo que tiene un montón de gente capaz pero que no logra hacer cosas positivas por un tema de poder.

Todo eso me hizo querer salirme de ahí, decidí que cuando terminara la práctica me quería devolver a Colombia y ver si podía trabajar en temas de desarrollo social a través de la educación. Cuando me devolví a Colombia empecé a trabajar en Colfuturo y muy rápido me di cuenta que la educación en Colombia es fundamental, pero la educación de mucho más abajo, mucho más primaria, porque yo trabajaba con personas de maestrías y doctorado. Me di cuenta que yo quería trabajar en educación primaria y en alfabetización, me hizo tener ganas de trabajar en temas de colegio porque me parece que esa es la base. Trabajé en la Javeriana 3 años y ahí decidí que quería hacer una maestría. Durante esos 3 años me tocó muchas veces a contactarme con muchas universidades por lo que hablaba varios idiomas y en esas me tocó trabajar con la Universidad de San Francisco y conocí al profesor con el que trabajo, Luis Enrique Bazan, mitad peruano mitad gringo, y le conté que quería hacer una maestría y que había visto que había un programa muy chévere en Educación en Derechos Humanos. Es difícil encontrar maestrías en educación enfocadas hacia la paz, construcción civil y temas de esos más intangibles.

¿Cómo terminas trabajando en temas de género?

Cuando estuve en Bogotá trabajando en la Javeriana todas las mañanas iba al gimnasio como a las 5:30 am, en ese momento no hay mucha gente en las calles de Bogotá, y estaba viviendo donde mis papas, que viven cerca a muchas embajadas y cerca al apartamento de Juan Manuel Santos, que es una zona llena de militares y policías. Me impresionaba que todas las mañana que iba a hacer deporte en vez de sentirme protegida por esas personas que representan la autoridad colombiana, me sentía en peligro todo el tiempo porque me estaban chiflando, gritando piropos y cosas asquerosas. Un día me cansé, porque además eran todas las mañanas y me decían cosas vulgares y agresivas, y les pedí a los militares que estaban enfrente de la rotonda del apartamento de Juan Manuel Santos, que llamaran a su superior. Y vino esa persona, le dije que me molestaba mucho ese acoso, que como querían que uno sintiera respeto y confianza por la policía colombiana y por el gobierno, si eran los primeros en acosar a las mujeres que representamos la mitad de la población. La respuesta de él fue: “¿pero la tocaron?”. “No, no me tocaron”. “Ah bueno, entonces no hay necesidad de hacer una denuncia”, respondió. Trate de explicarle, sin éxito, que esa mentalidad es la que conlleva a que se den las “verdaderas” agresiones. La aceptación de esos comportamientos solo refleja lo acostumbrados que estamos a la sexualización y agresión hacia las mujeres y niñas. Ese día me fui a mi casa pensando en cómo hacer para que esas cosas cambien y empecé a pensar que desde que se es muy chiquito los temas de género pesan mucho y al mismo tiempo son temas a veces intangibles y difíciles de señalar, de nombrar. Creo que el colegio es un excelente escenario para enseñar este tipo de cosas, para educar a los niños y a los hombres en sus imaginarios sobre las mujeres. Para mí es fundamental enseñarle a la sociedad que la violencia en contra de la mujer les hace daño tanto a los hombres como a las mujeres. La mujer no es un objeto sexual y hay enseñarles a las niñas que pueden crecer para hacer cosas y no necesariamente tienen que ser lindas.

¿Qué crees que es lo mejor y lo más difícil de ser mujer?

Bueno, primero que tenemos permiso para ser emocionales, creo que es positivo que las mujeres en general podamos ser más expresivas con nuestras emociones y eso es saludable, y esa es la mejor parte de ser mujer. También siento que en las mujeres hay alguna forma de consciencia del otro, tenemos un pensamiento más colectivo, de comunidad. Lo peor de ser mujer es ese incesante cuestionamiento sobre si lo que estamos haciendo está bien hecho, es legítimo y válido. Y lo segundo es la sexualización enferma, el tener que gustar que es insoportable y que es muy dañina para nuestra autoestima y para la construcción de nuestra identidad.

¿Qué es lo más transgresor que has hecho?

Creo que lo más trasgresor ha sido tratar de crear un proyecto profesional que no esté alineado con los cánones tradicionales de profesiones existentes. Cuando las personas me preguntan qué hago se confunden porque soy abogada, pero siempre me preguntan que por qué no trabajo en una firma y también por qué estudié en Francia si quiero trabajar en Colombia. Siento que el hecho de crearme mi propio camino ha sido transgresor.

¿Un suceso que haya cambiado tu vida?

Cuando me fui a estudiar a Francia. Yo me gradué del francés con honores y muy buenas calificaciones, y para ese momento me aceptaron en la mejor universidad de Derecho en Paris. Yo me fui como pavo real con mis plumas y llegar allá fue como una cachetada en la cara porque las personas que entraban a esa universidad llevaban uno o dos años preparándose solamente para entrar. Entonces los compañeros que yo tenía estaban significativamente más preparados que yo y habían llegado ahí con mucho esfuerzo.

Tener la experiencia de esa universidad fue duro porque además la educación francesa es muy dura. Y pues en ese momento yo tenía 18 años. Si eso me pasara hoy en día, lo procesaría de manera distinta, pero a esa edad uno está mucho más metido en temas de ego y competencia y ve las cosas desde una perspectiva muy externa, de cómo te van a ver y quién vas a ser cuándo te gradúes de ahí. No tanto desde la perspectiva interna de cuestionarme realmente sobre lo que yo quería, de cómo iba a enfrentar esa situación que estaba viviendo y si valía la pena o no. Con decirte que mi primer examen, que fue en derecho constitucional, me saqué 5 sobre 20 y el profesor cogió la hoja y me dijo: “yo no sé qué está haciendo acá, debería cambiarse de universidad”. Hubo un momento en que tuve un quiebre, en donde me atrevería a decir que me deprimí y no le veía sentido a las cosas. Porque le quita mucho encanto a la vida que te estén midiendo de manera tan matemática y tan cruel. Básicamente la vida de ellos es formar personas que no se dejen desmontar con nada y que no se dejen intimidar de nadie. Y es algo que hoy en día agradezco porque me dio mucho valor y humildad porque yo venía muy paradita. Pero no sé hasta qué punto es necesario tanto desgaste para llegar a esa humildad.

¿Cómo lidiaste con ese sistema tan perverso y logras graduarte?

Tuve la suerte de encontrarme en esa universidad con una gran amiga, que de hecho es una gran mujer líder salvadoreña, que se llama Aida Betancourt, nos volvimos uña y mugre en la universidad y ella me ayudó mucho. Aida se había preparado durante uno o dos años para entrar y tenía más callo que yo y sabía cómo funcionaban los concursos, los exámenes orales. Es una persona además con mucha energía y alegría, fue como una mentora para mí. Me ayudó mucho académicamente pero también emocionalmente a tener la valentía suficiente de no dejarme afectar por los comentarios y humillaciones de los profesores. Me puse la diez, estudie muchísimo, pasé los exámenes y me gradué.

¿Te sientes bella?

A veces. Hay más días en los que sí, pero algunos en los que no.

¿Qué le dirías a Nina si pudieras devolver el tiempo 10 años?

Le diría que no hay necesidad de ser tan complaciente. Que no hay necesidad de alinearse como el ganado a todas las tendencias de la sociedad y que no hay ningún problema en ser diferente.

¿Qué admiras de los hombres?

Admiro mucho, es una generalización, pero admiro la ecuanimidad, la serenidad y la capacidad que tienen para permanecer tranquilos ante situaciones que pueden ser complejas. No sé si es por las figuras masculinas que tengo en mi vida, por ejemplo, mi papá, que es una persona pacífica, ecuánime, serena y es algo que admiro mucho.

¿Qué te emputa?

Me emputa mucho la gente que trata de colarse en las filas.

¿Tienes un lado oscuro?

Tengo un lado oscuro, primero creo que mucha melancolía y nostalgia que no he logrado saber de dónde viene. Como si extrañara algo o un lugar… creo que ese es mi lugar oscuro.

¿Alguna mujer que admires y te inspire?

Admiro profundamente a Ray Eames, artista, diseñadora, arquitecta y realizadora de cine estadounidense. Ella creó maravillas con su esposo Charles Eames. También me gusta mucho una escritora francesa que se llama Georges Sand, siento que es una mujer muy talentosa pero dura, que se abrió camino en una época muy machista. La vida la volvió dura pero también muy humana, dulce. No la conocí pero eso siento.

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Una canción Suzanne, Nina Simone

Un Libro Qué viva la música, Andrés Caicedo

Un apodo que odiaste Nein

La sexualidad Libertad

El pudor Innecesario

El aborto Posibilidad

La política Astucia

La seguridad Comodidad

La religión Cultura

La felicidad El amor

¿Qué te enamora? La sutileza

Un sabor Dulce

Una parte del cuerpo Las manos

Una frase "La curiosidad es la insubordinación en su forma más pura" (Vladimir Nabokov)

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Gracias Nina por compartir un pedazo de tu vida y por tu dulzura.

@MyGrlStory

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